1. La mujer del policía (caps. 1 a 3)


    Fecha: 13/10/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Juan m 8722, Fuente: CuentoRelatos

    ... coger.
    
    Él le bajó el camisón y se abalanzó sobre sus tetas. No las tocó con suavidad: las devoró. Las chupaba como si no hubiera probado una en años. Los pezones estaban duros, largos, oscuros, de un marrón profundo, casi chocolate. Le cabían enteros en la boca. Se los pasaba por la lengua con movimientos circulares, lentos y sucios, dejándolos empapados. Después los mordía apenas, y ella temblaba. Sentía cada succión como una descarga. Lo agarraba del pelo, se le abrían las piernas solas.
    
    —Mirá estas tetonas, mami… están hechas para que te las chupe todo el día —dijo él con la boca llena, relamiéndose.
    
    Ella se arqueó hacia él, ofreciéndoselas como una ofrenda.
    
    Entonces bajó una mano y volvió a metérsela entre las piernas. Ya conocía el camino. Dos dedos adentro, uno en el clítoris, el pulgar firme, el ritmo exacto. Ella apoyaba la cabeza contra los azulejos. Jadeaba, se mordía el labio, abría los ojos como si no pudiera creer lo que estaba sintiendo. Se venía. Con los dedos. Con la lengua en las tetas. Con todo lo que su marido nunca fue.
    
    Capítulo 2
    
    Él la agarró del pelo con firmeza, tirando de ella sin piedad hacia el dormitorio. Mientras caminaban, la otra mano no paraba: apretaba, manoseaba, desgarraba la carne de su culo como si fuera un trofeo, una perra en celo que había estado esperando ese momento toda la vida. Cada manotazo le hacía cosquillas y dolor a la vez, mezclaba deseo y dominación.
    
    Entraron sin una palabra, sin necesidad de palabras. ...
    ... La atmósfera estaba cargada, pesada, sucia, como el aire que se respira antes de la tormenta. El dormitorio era el mismo donde ella había compartido años de rutina con su esposo, donde había dado a luz a sus hijos, y donde en las noches frías y solitarias se había masturbado en silencio, mientras el policía roncaba con la tele encendida.
    
    Él la empujó con brusquedad contra el colchón, desarmado y desvencijado, haciendo que el golpe retumbara en las paredes.
    
    —¿Acá lo dormís al pelotudo ese con uniforme? —escupió con desprecio, su voz era un gruñido áspero.
    
    Ella solo jadeó, sintiendo la humedad que ya corría entre sus piernas, y levantó el camisón con un movimiento lento, casi ritual, dejando que cayera al piso sin mirarlo. Quedó al descubierto, completamente desnuda, vulnerable y al mismo tiempo lista para la batalla.
    
    Sus tetas grandes y pesadas colgaban, bamboleándose con cada respiración agitada. El sudor cubría su cuerpo como un brillo sucio. La concha, inflamaba y empapada, llamaba a ser tomada. El culo, carnoso y marcado por las manos ásperas de aquel hombre, temblaba, pero no de miedo: estaba encendido, saturado de deseo y hambre.
    
    Con un salto animal, se trepó encima de él. La furia que la consumía no parecía humana. Agarró su verga con una mano temblorosa, empapada por la humedad de la excitación, y se la encajó con un solo movimiento, profundo, brutal, enterrándosela hasta el fondo mientras arqueaba la cabeza hacia atrás y soltaba un gemido salvaje que ...
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