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La versión más puta de la mujer de mi padre
Fecha: 27/10/2025, Categorías: Incesto Autor: Ulpidio, Fuente: CuentoRelatos
... vivir en casa, Mariana ya había elegido dormir en camas separadas y cuando empezaban los primeros ronquidos de mi padre se mudaba al cuarto de huéspedes que estaba al lado de mi pieza. Ese cambio para mí fue crítico. Primero porque me inquietaba su presencia y segundo porque pensaba que se escuchaba cualquier cosa que yo hiciera en mi cuarto. Empecé a sentir algo más que interés por la mujer de mi padre, la mina estaba buenísima, tenía apenas unos cuantos años que yo y se movía con una sensualidad prolijamente estudiada. En mi cabeza empezaron a circular dos opciones: o tenía un amante secreto y en casa lo disimulaba. O estaba recaliente esperando que alguien le pegara una buena cogida. Y claro, ese alguien tenía que ser yo. Empecé a obsesionarme con la mujer de mi padre. De a poco fui acomodando mis horarios a los horarios de Mariana para tener más encuentros en la convivencia. Cuando volvía de correr y se preparaba el desayuno, ahí ya estaba yo esperándola con las tostadas “blanquitas” como le gustaban a ella y el café recién hecho. Le consultaba sobre temas que sabía que le interesaban para que también sintiera que había un interés de mi parte por su vida. Sin pasarme de rosca le decía algunos piropos que subieran su autoestima como “cada día más espléndida vos” o “no se puede ser más linda” cuando me avisaba que podía llevarme la vianda a la oficina. Con el correr de los meses había logrado la confianza de Mariana y cada vez más tenía ganas de cogérmela aunque ...
... fuera la mujer de mi padre. Estaba buenísima y yo quería tirar mis últimos cartuchos antes de casarme. Y qué mejor y más discreto que algo en mi casa con este hembrón impresionante que cada vez se ponía más cachonda cuando la halagaba o le decía cosas lindas. Y avancé una tarde cuando Mariana hacía yoga en el playroom, yo sabía que iba a ir en ese horario y me puse a jugar a la play con el único objetivo de ver ese cuerpazo más de cerca. Mariana tenía una blanca calza en la que se le marcaban el culo y la vagina. Y una remera suelta que dejaba apreciar sus tetas al aire y sin corpiño. En cada movimiento se venían perfectamente los pliegues se una conchita depilada y se le marcaban profundamente los dos cachetes de un culito que se paraba cada vez que estiraba sus piernas y quedaba como suspendida en el tiempo. Yo no podía quitarle los ojos de encima ni tampoco pude evitar una erección que traté de disimular con un almohadón. Se me había puesto tiesa fisgoneando a la mujer de mi papá como un espectador de lujo. —¿Martín, me ayudarías a elongar? —Me propuso Mariana y yo no sabía que hacer porque pararme iba a ser delatar lo dura que me había puesto la pija ese culo perfecto y trabajado. Pero me la jugué, porque, al fin y al cabo, mi único objetivo era ese, que sintiera ganas de mí. Yo sabía que estaba caliente, que lo de estirar era una excusa para tenerme cerca. Cuando me acerqué noté que sus ojos se fijaron directamente en mi entrepierna, se notaba a pesar de que ...