1. Una madrastra insaciable (15)


    Fecha: 16/11/2025, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... ahí donde la deposité.
    
    —Hoy vas a ser mi postre —le digo.
    
    Empiezo por el ombligo. Me inclino, saco la lengua, y lamo con lentitud. Trazo círculos. Primero amplios, después más cerrados. Siento el azúcar, la fruta, el calor de su vientre debajo. Ella se estremece. Le beso los bordes del ombligo. Luego chupo con suavidad, tratando de que no quede nada.
    
    Mis manos ya no pueden quedarse quietas. Le acaricio las caderas, dibujo su forma con los dedos. La miro, mientras doy las últimas lengüetadas a su abdomen. Sonríe. La melancolía que mostró en el baño desapareció, cosa que me alivia.
    
    Subo al cuello. Lamo el dulce que se desparramó desde la garganta hasta su clavícula. Lo hago despacio, saboreándola. Le chupo el hueco entre los huesos, ese lugar donde tiembla cuando se excita. Mis labios resbalan sobre la piel pegajosa, mis dientes rozan con cuidado, como si la mordiera en cámara lenta.
    
    La oigo gemir y reírse, como si le estuviera haciendo cosquillas. Lamo por todas partes hasta asegurarme de no dejarle nada.
    
    —Ahora voy a tener que lavarme de nuevo —dice ella.
    
    —Pero si yo te estoy limpiando —le digo.
    
    Ella ríe de nuevo y yo sé que llegó el momento de saborear sus tetas.
    
    Empiezo por la izquierda. El dulce se había deslizado hasta el costado. Lo recojo con la lengua, siguiendo el surco natural de su forma. Le beso el pezón sin tocarlo directamente. Solo lo rodeo. Ella aprieta los labios. Me toma del cabello, leve. No para detenerme, sino para ...
    ... guiarme.
    
    Lamo el centro, ahora sí. Chupo, beso, mordisqueo. La mermelada desaparece, pero igual me quedo ahí un rato, como si fuera un bebé succionando la teta de su madre, tratando de sacarle la leche.
    
    Paso a la otra. Repito el proceso, pero más lento. Esta vez le aprieto suavemente la otra teta con una mano, mientras con la boca hago mi trabajo de limpieza. Es un juego simple pero divertido. Una tontería que me prepara para el siguiente polvo.
    
    Su respiración se entrecorta. Sus muslos se cierran. Le doy un pequeño tirón al pezón con los labios, y ella suelta un jadeo más fuerte.
    
    Me separo un segundo. La miro. Tiene los ojos cerrados, la boca entreabierta, las mejillas encendidas.
    
    —¿No que ya había sido suficiente?
    
    No me responde. Solo sonríe, apenas. Una sonrisa con la que me confirma lo que ya sé: que a pesar de lo que dijo ya está lista para recibir una nueva cogida.
    
    Entonces me inclino de nuevo. Le lamo el último resto de dulce que quedaba.
    
    Ella abre los ojos.
    
    —Te vas a empachar —murmura.
    
    —Con vos no hay sobredosis —le respondo, y me pierdo otra vez entre su piel y el azúcar que todavía se siente en ella.
    
    Cuando termino, me acerco sin apuro. Me arrodillo junto a ella y paso los dedos por su vientre.
    
    —¿Sabés cómo te voy a coger ahora? —le pregunto. Ella niega con la cabeza—. Por las tetas.
    
    —Me querés hacer la turca —murmura.
    
    —Obvio. Con esas cosas que tenés es casi una obligación hacerlo.
    
    —Que bobo —dice ella, pero se queda ahí, esperando a ...
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