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Capítulo 10: amistad y sumisión
Fecha: 25/11/2025, Categorías: Grandes Series, Autor: Gregor, Fuente: TodoRelatos
... alma rota. —Pero no tengo elección —dijo al fin—. Si no lo hago… me entregará a alguien peor. Mariana apretó los labios. No podía negarlo. No podía protegerla. No podía salvarla. No sin riesgos aún mayores. —Entonces vayamos a buscar a ese hombre —dijo—. Y lo haremos rápido. Antes de que te destruyas por dentro. Claudia asintió lentamente. Con la cabeza baja. Con la mirada perdida. Y se puso en marcha. Con el plug dentro. Con el miedo en el vientre. Con la vergüenza clavada en el pecho. Mariana, con una determinación férrea en su voz, juró: —Te juro, Claudia, que lo destruiré a ese infeliz pase lo que pase. Pagará todo lo que está haciendo. No dejaré que te haga más daño. No permitiré que te destruya. Te lo prometo. Claudia la miró, buscando en sus ojos la fuerza que le faltaba. Y por un momento, encontró un atisbo de esperanza. Aunque fuera pequeña, aunque fuera fugaz, era suficiente para seguir adelante. Aunque fuera solo por un instante, era suficiente para no rendirse del todo. Claudia le pidió a Mariana más trago. Necesitaba algo que le ayudara a adormecer el dolor, a embotar el miedo, a olvidar, aunque fuera por un momento, la humillación que llevaba puesta. Volvieron al departamento de Mariana, un refugio temporal donde podían pensar, planear, y quizás, encontrar una salida. Mariana preparó otra copa de vino. Claudia la tomó de un solo trago. Luego otra. Y otra más. Hasta que Mariana la detuvo. —Ya es suficiente, Claud —dijo, con voz ...
... firme pero suave—. No quiero que pierdas el control. Solo necesitas perder la inhibición, no las funciones motoras. Claudia la miró con ojos vidriosos. No sabía si estaba triste o feliz. No sabía si quería llorar o reír. Solo sabía que el vino le quemaba la garganta y le calentaba el vientre. Y que, por un momento, se sentía un poco más libre. Mariana observaba, preocupada. Sabía que Claudia necesitaba ese escape, pero también sabía que no podían permitirse errores. No ahora. No cuando el riesgo era tan alto. Claudia empezó a sentir el plug calentarse con cada movimiento. Cada vez que se movía en la silla, el plug se encajaba en su lugar, haciéndola palpitar. Era una sensación extraña. Dolorosa. Placentera. Confusa. Como si su cuerpo ya no le perteneciera del todo. Como si ya no pudiera controlar lo que sentía. Mariana, viendo la situación, sugirió una opción. —Podríamos usar un taxi de lujo, uno de esos grandes, tipo camioneta, con tres filas de asientos. Yo podría filmar todo desde el asiento de atrás. Sería más privado, aunque el riesgo de que el taxista pierda el control sigue siendo alto. Pero estaré ahí, y será más difícil que se salga de las manos. Claudia la miró, tratando de procesar las palabras. El vino le nublaba la mente, pero no tanto como para no entender la gravedad de la situación. —Pero… ¿y si el taxista se enoja? ¿Y si no quiere parar? —preguntó, con voz temblorosa. Mariana apretó los labios. —Estaré ahí, Clau. No dejaré que te pase ...