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El Diagnóstico del Deseo - Parte 2
Fecha: 03/12/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Nicole Hot, Fuente: TodoRelatos
La tarde se arrastraba con pereza sobre la estancia, el sol filtrándose perezoso entre las cortinas del dormitorio donde Maite yacía boca arriba, su cuerpo apenas cubierto por una tanga de encaje negro que el doctor le había entregado esa misma mañana con una sonrisa paternal. "Tu piel necesita respirar, mi niña. La ropa interior convencional atrapa bacterias", había dicho mientras sus dedos gordos rozaban el empaque con una familiaridad que ahora, en la soledad de su cuarto, hacía que Maite se estremeciera por razones que no terminaba de entender. El silencio era opresivo. Antes, en su antigua vida, estos momentos muertos los llenaba con el zumbido electrónico de su teléfono: memes virales, mensajes de amigas, canciones de moda. Ahora solo tenía el tic-tac del reloj de pared y el ocasional crujido de las maderas de la vieja casa. Se revolvió en la cama, sintiendo cómo la tela diminuta de la tanga se hundía entre sus nalgas, recordándole lo expuesta que estaba. El doctor había sido claro: "Nada de dispositivos, Maite. Las ondas electromagnéticas agravan tu condición". Un suspiro escapó de sus labios mientras sus dedos jugueteaban con el elástico de la prenda. Su mente regresó inevitablemente a lo ocurrido en la sala de terapia, a esos dedos expertos que la habían llevado al borde y más allá. "¿Por qué me gustó?" La pregunta quemaba más que el sol del mediodía en su piel. Su ex novio, Martín, había sido todo lo que el doctor no era: veintidós años, ...
... abdominales marcados, sonrisa de comercial de pasta dental. Lo recordaba encima de ella en su dormitorio universitario, moviéndose con la urgencia torpe de la juventud, siempre apurado, siempre pensando en su propio placer. El doctor Castro Moreno, en cambio, era... Maite cerró los ojos, dejando que sus dedos recorrieran su vientre plano. El contraste no podía ser más grotesco: donde Martín tenía músculos definidos, el doctor tenía rollos suaves; donde el primero olía a Axe y energía juvenil, el segundo transpiraba colonia barata y whisky medicinal. Y sin embargo... Sus dedos descendieron, encontrando el borde superior de su tanga. El recuerdo de esa mañana la hizo humedecerse instantáneamente. La manera en que el doctor la había mirado mientras hacía puente de glúteos, como si fuera un trofeo. Sus ojos pequeños, casi perdidos entre la grasa facial, pero ardientes como brasas. Esas manos—grandes, con anillos de oro que brillaban bajo la luz—agarrando sus caderas con una posesión que Martín nunca había demostrado. Un gemido escapó de sus labios cuando su dedo medio encontró su clítoris ya hinchado. La tanga negra, empapada, se hundía en sus pliegues con cada movimiento circular que imitaba—¿consciente o inconscientemente?—la técnica del doctor. "¿Qué me está pasando?" pensó, arqueando la espalda. Era como si cada mentira médica, cada toque injustificado, cada mirada lasciva hubiera programado su cuerpo para responder. Martín jamás la había hecho venir con solo ...