1. El Diagnóstico del Deseo - Parte 2


    Fecha: 03/12/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Nicole Hot, Fuente: TodoRelatos

    ... derramada sobre piedra—. Veo que seguiste mis instrucciones.
    
    Maite asintió, incapaz de sostener su mirada. Las imágenes de su masturbación nocturna regresaron como un fogonazo, haciendo que sus mejillas ardieran.
    
    —S-sí, doctor.
    
    Él sonrió, notando su turbación, y abrió la puerta del consultorio con un gesto teatral.
    
    —Adelante. Hoy haremos algo diferente.
    
    El consultorio olía a alcohol y a algo más íntimo, un aroma que Maite ya comenzaba a asociar con estas sesiones. La camilla de examen brillaba bajo la luz artificial, la sábana de papel crujiente esperándola como un lecho sacrificial.
    
    —Sácate la tanga —ordenó el doctor, cerrando la puerta con un click que resonó en el pecho de Maite.
    
    Ella dudó solo un instante antes de deslizar los dedos bajo el elástico y bajarla lentamente, sintiendo cómo el aire frío besaba su piel recién expuesta. La prenda cayó al suelo, un pequeño charco negro sobre las baldosas blancas.
    
    —Así —murmuró el doctor, acercándose—. Ahora, sobre la camilla.
    
    Maite obedeció, tendiéndose boca arriba mientras sus pechos pequeños se elevaban con cada respiración acelerada. Esta vez, notó algo diferente: el doctor no usaba guantes. Sus manos —grandes, con venas prominentes y anillos de oro que brillaban bajo la luz— estaban desnudas, listas para tocar.
    
    —Hoy sentiré tu piel directamente —explicó, como si leyera sus pensamientos—. Necesito evaluar tu temperatura basal sin barreras.
    
    Mentira. Ella lo sabía. Y sin embargo, cuando sus ...
    ... dedos comenzaron a recorrer su abdomen, Maite no protestó.
    
    El examen fue una tortura lenta, deliberada.
    
    —Respira hondo —ordenó el doctor, mientras sus manos ascendían hacia sus costillas, los pulgares rozando los costados de sus pechos sin llegar a tocarlos.
    
    Maite contuvo el aliento, sintiendo cómo sus pezones se endurecían solo por la proximidad, por la anticipación.
    
    —Muy bien —susurró él, descendiendo ahora hacia sus caderas, los dedos extendidos como un arácnido que tejiera su red—. Ahora las piernas abiertas.
    
    Ella separó los muslos con un temblor, exponiéndose completamente. El doctor no se apresuró; primero palpó sus muslos internos, luego las curvaturas de sus ingles, siempre deteniéndose a un centímetro de donde Maite ardía.
    
    —No me obedeciste —dijo de pronto, su voz cargada de decepción fingida—. No te afeitaste aquí.
    
    Su dedo índice aterrizó sobre el monte de Venus, donde el vello rubio crespo brillaba bajo la luz. Maite tragó saliva.
    
    —P-pero doctor, pensé que...
    
    —Silencio —cortó él, y fue hacia el gabinete por una maquinilla de afeitar y espuma—. Esto no es negociable.
    
    La afeitada fue un ritual humillante y erótico en partes iguales.
    
    —Quédate quieta —ordenó el doctor, rociando espuma tibia sobre su pubis.
    
    Maite contuvo un gemido cuando la espuma hizo contacto, fría al principio pero calentándose contra su piel. Las manos del doctor trabajaron con precisión quirúrgica: primero apartó los labios con dos dedos, luego pasó la maquinilla con ...
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