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La Presa y la Lobuna
Fecha: 05/12/2025, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Birkin1990, Fuente: TodoRelatos
... que significa servir a una loba. Los días se deslizaban como la savia espesa de los pinos antiguos, lentos pero dulces. Enrik, poco a poco, dejaba de ser el esqueleto tembloroso que había llegado a la guarida de Milha. Su piel, ahora limpia y nutrida por las grasas que ella le untaba cada noche, había recuperado un tono saludable. Sus músculos, aunque aún delgados, respondían con nueva fuerza bajo el entrenamiento implacable de la loba. Pero no era solo su cuerpo lo que cambiaba. Milha, astuta como la depredadora que era, había comenzado un juego peligroso. "Aquí", gruñó una tarde, guiando su mano con firmeza hacia el interior de sus muslos. "Cuando me hueles así... es cuando debes presionar." Enrik tragó saliva al sentir la humedad que ya empapaba su piel incluso antes de que sus dedos temblorosos llegaran a su destino. El aroma de Milha—salvaje, terroso, urgente—le llenaba la nariz, haciéndole girar la cabeza. Por las noches, las lecciones continuaban. "Mis colmillos no son solo para desgarrar carne", susurraba contra su cuello antes de morderlo con precisión calculada, justo donde el hombro se encontraba con el cuello. Enrik gemía, aprendiendo que ese dolor agudo siempre venía seguido del roce sedoso de su lengua, de la recompensa. Y luego estaba el juego más peligroso de todos. "Chupa", ordenó una vez, tumbada sobre las pieles con las piernas abiertas, sus garras enterradas en su cabello. "Pero no como un esclavo hambriento... como un amante que sabe ...
... que su vida depende de agradarme." Enrik obedeció—tembloroso al principio, luego con creciente confianza—descubriendo cómo cada gemido ronco de Milha, cada contracción de sus músculos bajo su lengua, le daban más poder que cualquier arma. Días después, cuando Enrik ya no se estremecía cada vez que ella lo tocaba. Milha lo empujó boca arriba en el lecho, observando con ojos dorados cómo su cuerpo respondía incluso antes de que ella lo tocara. —Miedo— murmuró, oliendo el aire—. Pero también deseo. Enrik tragó saliva cuando ella se arrastró entre sus piernas, sus colmillos brillando peligrosamente cerca de su carne más vulnerable. —P-por favor…— balbuceó, sin saber si rogaba por piedad o por más. Milha no respondió. Solo actuó. Su boca fue una trampa caliente, devoradora, pero sus garras lo mantenían inmóvil. Enrik gritó cuando su lengua encontró el punto más sensible bajo el glande, un movimiento que ella repitió con precisión brutal. No fue suave. No fue lento. Fue una marca—una lección. Cuando Enrik se derrumbó, vertiendo su esencia entre sus labios, Milha se lamió los colmillos con una sonrisa que prometía repetición. —Ahora— jadeó él, temblando— entiendo por qué los hombres temen a las lobas. Milha rió, arrastrándose sobre su cuerpo para morderle el cuello. —Y apenas estás empezando a aprender. La luna brillaba alta sobre el bosque, filtrándose por las rendijas de la cabaña y pintando de plata la espalda desnuda de Milha. Dormía boca ...