1. Aventurero Espacial Tony: Capítulo 1


    Fecha: 08/12/2025, Categorías: Gays Autor: Thiago Luis da Silva, Fuente: TodoRelatos

    ... empieza a gemir. La cámara capta cada detalle: mi cara roja, los músculos del gorila tensándose, el brillo de mi saliva en su piel azul.
    
    —Hay que lubricarlo bien, ¿sabéis? —explico entre chupadas, con la voz entrecortada—. Si no, te destroza. Y luego, lengua firme, para que la sangre fluya. No es bonito, pero es lo que hay si quieres sobrevivir.
    
    El gorila gime más fuerte, sus puños se relajan, y yo sigo dándole, saboreando el sabor salado, animal, que me inunda. La audiencia debe estar flipando, los comentarios en el streaming seguro que están explotando. Pero no he terminado. Me doy la vuelta, me pongo a cuatro patas, bajo el mono hasta los tobillos y dejo mi culo al aire. El gorila no pierde el tiempo: se coloca detrás, su rabo presiona contra mí, y de un empujón me penetra. Joder, es como si me partieran en dos, pero el calor, el ritmo, el dolor que se mezcla con el placer me vuelve loco.
    
    —Estos bichos... —jadeo mientras el gorila me embiste, la cámara capturando cada gemido, cada movimiento—. Son puro instinto. La penetración anal los calma, y, joder, no voy a mentir, se siente de puta madre.
    
    El bicho me folla con fuerza, sus gruñidos resonando en la jungla, y yo me dejo llevar, gimiendo como un animal, sudando, con el cuerpo temblando de puro morbo. Cuando termina, suelta un rugido que hace temblar los árboles, me llena con chorros calientes de lefa que me dejan chorreando, y se larga, dejándome tirado en el suelo, con el culo ardiendo y una sonrisa de ...
    ... satisfacción. Me levanto, miro al dron y suelto:
    
    —La naturaleza, colegas, es una locura. Bella, jodida y llena de sorpresas. Por eso estoy aquí, para enseñaros lo que ningún otro cabrón se atreve.
    
    Pero la jungla no me da respiro. Estoy todavía en el suelo, el culo palpitando, la lefa del gorila goteándome por los muslos, cuando oigo un crujido. Levanto la vista y, joder, otro bicho aparece entre los arbustos. Este es diferente: un gorila siluro plateado, con la piel brillando como si estuviera bañada en mercurio, más grande aún, con un rabo que parece un maldito tronco. Sus ojos me clavan, y mi cuerpo, en vez de gritar "peligro", grita "más". El dron pivotea, capturando al nuevo invitado, y yo me río, mirando a la cámara.
    
    —¡Hostia, mirad quién se apunta a la fiesta! —grito, con la voz rota pero cachonda—. Un gorila siluro plateado. Estos son más raros, más brutos. Vamos a ver si puedo con este cabrón.
    
    No espero ni un segundo. Me pongo a cuatro patas otra vez, el mono ya en los tobillos, el culo todavía húmedo y abierto del primero. El plateado no se anda con chiquitas: se acerca, gruñe, y me clava su rabo de una embestida. Joder, es más gordo, más duro, me estira hasta el límite. Gimo como un loco, el dolor y el placer peleándose en mi cuerpo mientras el bicho me folla con una furia que hace temblar el suelo. La cámara está en primer plano, captando cómo mi culo se traga ese monstruo plateado, cómo sudo, cómo mi cara se retuerce de puro morbo.
    
    —Este cabrón no se ...