1. Mi esposa y nuestro amigo holandés


    Fecha: 08/12/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Mario, Fuente: CuentoRelatos

    Son casi las cinco de la tarde y estoy sentado frente al ordenador tratando de traducir a palabras las sensaciones que se agolpan en mi mente. Trato de mantener la vista en la pantalla y de abstraerme de lo que está ocurriendo en la misma habitación. Oigo el diálogo insulso de una película que llega a través del televisor. Detrás de mí y sentados en el sofá están mi esposa Silvana y Paul, nuestro amigo holandés que de vez en cuando pasa por nuestra ciudad, se aloja en nuestra casa y se tira a mi mujer.
    
    Paul tiene treinta y dos años, es alto –paso de un metro ochenta–, delgado, atlético y con una cara agradable de la que destacan la firmeza de su mirada y la delgadez del rostro, que termina en una barbilla casi puntiaguda, como salido de un lienzo del Greco. Cabello castaño claro, corto y peinado con raya.
    
    Es de trato educado y de carácter honesto, generoso y divertido, con ese discreto toque de aventurero que poseen, y a su vez cultivan, todos los hombres que han hecho del mar su vida.
    
    Nuestra relación con Paul comenzó tres veranos atrás, en el transcurso de unas vacaciones que pasamos navegando con unos amigos por aguas de Ibiza y Formentera. Un día al amanecer vimos un barco fondeado cerca del nuestro y pronto entablamos conversación con la pareja de a bordo, que resultaron ser holandeses y cuya vida en común no parecía pasar por el mejor momento. De hecho, la chica no terminó las vacaciones y un día supimos que había regresado a su país.
    
    A partir de entonces y ...
    ... hasta el final del verano Paul devino uno más de nuestro grupo. Era joven, alegre, se enrollaba; y sobre todo, era marino… Además, pronto fue el cotilleo de las chicas, mi esposa Silvana incluida. Esta no se cortaba de contarme como todas suspiraban por nuestro recién adoptado y hasta llegó a explicarme su marca de calzoncillos; amén de las ganas que tenían todas ellas de pasárselo por la piedra.
    
    Lo que nunca podrán saber las demás es que la única mujer del grupo que se llevó al amigo al catre fue mi Silvana, para mayor orgullo mío y placer de ella. Fue en el transcurso de la última singladura del verano a bordo del barco de Paul, en el transcurso de tres días en los que los tres lo compartimos todo…
    
    Las vacaciones terminaron definitivamente y Paul regresó a Ámsterdam dejando su barco amarrado en un puerto deportivo la Costa Brava catalana. Pero la amistad y la comunicación se mantuvieron y a mediados de otoño nos anunció por correo electrónico que trabajaba para una compañía que tenía creciente negocio con nuestra ciudad, por lo que debía venir aquí por razones de trabajo. Desde entonces viaja cada tres o cuatro meses a Barcelona por cuestión de negocios y se aloja casi siempre en nuestra casa.
    
    Digo casi siempre porque tiene aquí una medio novia con la que pasa alguna que otra noche, pero dice que en nuestra casa se siente tan cómodo como en la suya propia. Y lo dice con jactancia, consciente de la superioridad que sobre mí le otorgan su edad y su físico de adonis ...
«1234»