1. Mi primera vez


    Fecha: 13/12/2025, Categorías: Jovenes, Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... llevara a casa.
    
    Al día siguiente, en la escuela, mis amigas me bombardearon con preguntas. Les conté lo mucho que me había gustado, pero mi entusiasmo se derrumbó cuando me llegó el rumor de que, tras dejarme, él había regresado a la fiesta y se le había visto con otra chica, frente a todos. Furiosa, le escribí para reclamarle. Su respuesta fue directa: «Lo siento, No pensé que te molestaría, no tenemos ningún compromiso». Tenía razón, y eso me dolió aún más.
    
    La chispa que no se apagaba
    
    Pasaron los días, y aunque intenté mantener la distancia, seguimos escribiéndonos. Eran mensajes simples, pero cada uno avivaba esa conexión imposible de ignorar. Le confesé que quería volver a verlo, y él me invitó a un café. La cita fue diferente, más íntima. Hablamos durante horas, y en un impulso que ni yo misma entendí, fui yo quien lo besó. Sus labios respondieron con una intensidad que me hizo temblar. Entre besos, me preguntó si quería ir a su casa, la misma donde había sido la fiesta. Acepté, sabiendo perfectamente a qué íbamos.
    
    La casa estaba vacía, envuelta en un silencio que amplificaba cada latido de mi corazón. Subimos a su habitación, y los besos se volvieron más urgentes, más hambrientos. Sus manos guiaron las mías, y cuando las deslizó bajo su ropa, sentí su erección por primera vez. Mi respiración se detuvo. Era… abrumador. En mi corta experiencia, había visto a otros chicos (cuatro, para ser exacta), pero ninguno se comparaba a eso. Aunque el era delgado y no ...
    ... muy alto, su pene era bastante grande, todo en él era imponente, casi intimidante. Mi mano tembló al tocarlo, y una mezcla de asombro y deseo me recorrió. Nunca había sentido algo tan intenso, tan cálido al tacto. Pero mi timidez regresó, y le pedí que parara. Él, con esa calma que ya empezaba a adorar, respetó mi deseo sin cuestionarlo.
    
    Se apartó, pero la tensión entre nosotros era palpable. Se levantó y, con una naturalidad que me dejó sin aliento, se desvistió frente a mí. La penumbra apenas dejaba ver su silueta, pero lo que vi me hizo contener un jadeo. Su cuerpo era perfecto, y él lo sabía. Se acercó de nuevo, levantando mi blusa con suavidad. Cuando intentó desabrochar mi sostén, me resistí por instinto; nunca había estado tan expuesta ante nadie. Pero sus palabras, susurradas con admiración, disolvieron mis inseguridades. «Eres hermosa», dijo, y por primera vez me sentí completamente segura en mi piel. Le pedí que apagara la luz, y la habitación quedó sumida en la oscuridad. Sus manos encontraron mi cuerpo, despojándome de la ropa con una delicadeza que contrastaba con la intensidad de nuestros deseos. Temblaba, no solo de nervios, sino de una anticipación que me consumía.
    
    Le confesé que nunca lo había hecho antes. Él me besó con suavidad y me aseguró que no haría nada que no quisiera. Sus caricias eran deliciosas, cada roce encendía una chispa que me hacía olvidar mis dudas. Pero cuando intentó ir más allá, mi cuerpo se tensó, rosaba con su pene mi vagina y ...