1. Natalia (VIII): El juguete sexual de dos locos


    Fecha: 17/12/2025, Categorías: Incesto Autor: Lena Hache, Fuente: TodoRelatos

    Unos días después de irse espantada volví a ver a Olga y por suerte iba sola. No fue un encuentro casual, yo había modificado mi ruta de correr y llevaba unas cuantas salidas rondando la zona de la urbanización en la que ella vivía. Había empezado a salir todas las tardes y los fines de semana seguía saliendo por la mañana. Yo quería disculparme con ella por haberla incomodado.
    
    Al verla frené el ritmo y me acerqué a ella. Estaba con el móvil, de pie y a la sombra de un ciprés. Mientras caminaba hacia Olga yo no podía borrar de mi rostro una sonrisa nerviosa que si ella me hubiese mirado se hubiese transformado en una risa.
    
    - Hola. - Le dije, por la espalda, decidida.
    
    Olga se dio la vuelta y su cara se descompuso.
    
    - No, no. - Dije dando un paso atrás. - No quiero incomodarte. Te he visto y me he acercado para disculparme.
    
    Ella estaba quieta, no se atrevía a decir nada.
    
    - ¡Jo! De verdad que lo siento. Es que tenía celos... de ti, de él. Soy muy protectora con Julio y, bueno, creo ya sabes que me pareces muy guapa y no me pude resistir. Lo siento de verdad. Si quieres te invito a tomar un helado.
    
    - ¿Me estás invitando a salir? - Me preguntó ella con una cara que ahora indicaba incredulidad.
    
    - ¡No! Para nada. Bueno, sí. Pero no una cita. Más bien en plan amistoso.
    
    Olga se relajó. Su cara pasó de la tensión de la incomodidad y una sonrisa natural muy atractiva.
    
    - Ahora tengo planes, pero, si quieres, cuando salga te doy un toque y quedamos.
    
    - Me ...
    ... parece perfecto, así me da tiempo a pasar por casa y darme un ducha.
    
    Le di mi número y ella me añadió a contactos. Me despedí con un beso en la mejilla. No había dado ni dos zancadas cuando me llegó un mensaje de un número desconocido. Era de Olga, lógicamente. Giré la cabeza y le mostré la más sincera de mis sonrisas, que ella me devolvió de una manera tierna y, posiblemente, inocente. Yo volví a casa corriendo a un ritmo diferente al habitual, menos atlético y más disfrutón, saboreando cada olor, cada sonido, todo lo que iba pasando por el camino.
    
    Llegué a casa y me duché. Sospechaba que Olga iba a tardar algo de tiempo en llamarme, pero me preparé lo más rápido posible. Pasaron quince minutos desde que entré en casa hasta que me senté en el sofá a esperar la llamada de Olga. En ese cuarto de hora me dio tiempo a ducharme, lavarme el pelo, darme crema hidratante por todo el cuerpo, darme base en la cara, pintarme los labios de burdeos, ponerme rímel, vestirme con un vestido verde de flores blancas y calzarme una alpargatas blancas con cuña.
    
    Treinta y dos minutos pasaron hasta que sonó mi teléfono. Y no era Olga era un número desconocido al que colgué al instante. No estaba yo para nada más que para atender a Olga, fuese por llamada, por mensaje o por telegrama. Una hora y veintiocho minutos tardó en volver a sonar mi teléfono. Dos horas exactas desde que me senté en el sofá. Era un mensaje de Olga en el que me decía que ya estaba libre y que me llamaba. Justo cuando ...
«123»