1. Natalia (VIII): El juguete sexual de dos locos


    Fecha: 17/12/2025, Categorías: Incesto Autor: Lena Hache, Fuente: TodoRelatos

    ... terminé de leer el mensaje fue cuando empezó a sonar el tono de llamada y en mi pantalla apareció la llamada entrante.
    
    Quedamos directamente en el pueblo, en el bar de Manolo, el bar Aja, aunque todo el mundo lo llamaba el bar de Manolo o Manolo a secas. El bar era un sitio mugriento con huesos de aceitunas por el suelo, pero la hija mediana, de los tres que tenía Manolo, estaba empezando un proyecto de heladería y mientras el negocio salía adelante los hacía en la cocina del bar de su padre. Esa chica era todo lo limpia que su padre sucio y hacía unos helados riquísimos. Quitando a los cuatro parroquianos rancios que alargaban un carajillo durante toda la partida de mus, la gente que aparecía por el bar en verano era para comprar un helado.
    
    Yo me lo pedí de chocolate y ella se lo pidió de fresa. Las dos elegimos en tarrina, yo porque me resulta más cómoda que el cucurucho, Olga porque estaba empeñada en cuidarse, como si las tres bolas de fresa cargadas de azúcar no engordasen. Nos lo tomamos en la terraza a toda hostia para que no diese tiempo a que se derritiera. Yo la invité, aunque a ella le costó aceptar la invitación. Al terminar nos pareció pronto y yo la animé a que se viniera a casa y viese a Julio. A ella, a pesar de ser su novia, no parecía hacerle mucha ilusión.
    
    - ¿Estás incómoda con él por mi culpa? - Le pregunté mientras paseábamos por una alameda de vuelta a la urbanización.
    
    - No... Puede que un poco... mucho... Todo es tu culpa. - Me ...
    ... confesó.
    
    - No me digas que le has cogido manía porque yo te molesté.
    
    - Sí. No puedo verlo porque cuando lo veo pienso en ti. En el beso que me diste y que en realidad me encantó.
    
    Yo la miré ilusionada. Ella me besó. Corrimos hacia casa sabiendo las dos lo que venía después. Entramos sigilosamente y la llevé al cuarto de invitados, que, además de ser el que estaba más cerca de la entrada, era la habitación de toda la casa que menos se usaba. Sus besos eran geniales. Esa forma de alternar mi boca y mi cuello me derretía. Esos lametones secos, sin saliva, eran mágicos. Sus ojos cruzándose con los míos.
    
    - Oye, no quiero que dejes a Julio por mí. - Le dije con la incertidumbre de no saber lo que ella pensaba hacer.
    
    - No. Tranquila. Tu hermano me sigue gustando, aunque ahora no pueda soportarlo. Lo nuestro debe ser clandestino, me pone a cien. - Me respondió con una voz suave, tranquila, susurrante y aterciopelada.
    
    La dos estábamos de rodillas sobre una de las dos camas de noventa. Yo le iba quitando la ropa y ella perdía sus manos por debajo de mi vestido jugando con mi cuerpo. Le comí las tetas. Ella gimió suavemente. Olga me quitó el vestido y me mordió un pezón. Nuestras manos fueron encontrando el coño de la otra. Nos masturbamos a mano cambiada hasta que nos corrimos.
    
    Nos pusimos a hacer el sesenta y nueve. Ella copiaba cada uno de mis movimientos porque, más allá de todo el calentón, estaba muy nerviosa por ser su primera experiencia lésbica. Hasta ese momento sólo ...