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Mi trabajo ideal (Maestro de ceremonias de mazmorras)
Fecha: 28/12/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Autor: Fatmaster, Fuente: CuentoRelatos
... imposibles. Su capucha, también de látex, dejaba ver solo sus ojos penetrantes y unos labios pintados de negro, visibles a través de una abertura estratégicamente diseñada. Cuando hablaba, su voz, alterada por la capucha, tenía un tono grave y seductor que resonaba en la sala. Ella me entregaba las instrucciones diarias, siempre con un aire de autoridad que me fascinaba. Mi primer encargo fue formalizar una unión entre una domina y su esclavo, una ceremonia que se llevó a cabo en una cámara subterránea del castillo, decorada con cortinas de terciopelo negro, candelabros de hierro y un altar de mármol cubierto de runas grabadas. La domina, una figura imponente envuelta en un traje de vinilo negro con detalles metálicos, sostenía una fusta de cuero trenzado. Su esclavo, arrodillado ante ella, llevaba solo un arnés de cuero y una máscara de sumisión que ocultaba su rostro. Mi tarea consistía en tomar el anillo identificatorio de la domina con unas tenazas de hierro, calentarlo al rojo vivo sobre un brasero ardiente y pronunciar las obligaciones del esclavo: “Debes obedecer en todo, aceptar la humillación, entregar tu voluntad”. Con un movimiento preciso, marqué al esclavo en el pecho con el anillo candente, dejando una marca temporal que simbolizaba su entrega total. El aire se llenó del siseo del metal contra la piel y un leve gemido escapó de la boca del esclavo, mezcla de dolor y éxtasis. Aunque la ceremonia no era de mi completo agrado, no ...
... podía negar su fascinación: el contraste entre el poder de la domina y la sumisión absoluta del esclavo era hipnótico. Tras la ceremonia, se desató una celebración en una sala contigua, decorada con cadenas colgantes, espejos estratégicos y muebles de cuero acolchado diseñados para actividades BDSM. Los invitados, todos enmascarados y vestidos con atuendos fetichistas –desde corsés de látex hasta armaduras de cuero tachonado–, participaban en juegos de dominación y sumisión, acompañados por música gótica que resonaba en las paredes de piedra. Decliné quedarme, prefiriendo retirarme a mi habitación para reflexionar sobre lo que había presenciado, aunque la visión de látigos, cuerdas y cuerpos entrelazados seguía danzando en mi mente. Así transcurrieron mis días, sirviendo como ministro de fe en ceremonias de sumisión y esclavitud, actos prohibidos en el mundo exterior y que exigían la máxima discreción. Presencié cómo expertas dominas y amos aplicaban técnicas de tortura placentera: látigos que silbaban en el aire, cera caliente que goteaba sobre pieles expuestas, cuerdas que se anudaban en patrones intrincados para inmovilizar cuerpos en posturas artísticas. Me hice amigo de varios de ellos, quienes me enseñaron sus técnicas, como el arte de manejar un flogger con precisión quirúrgica o el uso de pinzas metálicas para estimular puntos sensibles. A pesar de mi papel serio, la atmósfera me erotizaba profundamente. Dentro de mi catsuit, sentía el calor de mi ...