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Mi trabajo ideal (Maestro de ceremonias de mazmorras)
Fecha: 28/12/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Autor: Fatmaster, Fuente: CuentoRelatos
... propio cuerpo, y no eran pocas las veces que una erección involuntaria o incluso una eyaculación espontánea me sorprendían, aunque la capucha inexpresiva ocultaba cualquier reacción en mi rostro. A la segunda semana, mis empleadores, satisfechos con mi desempeño, me ofrecieron un regalo: una sumisa para atender mis necesidades. La trajeron a mi mazmorra personal, una habitación con paredes de piedra negra, un suelo cubierto de alfombras rojas y un arsenal de juguetes fetichistas colgados en las paredes: látigos, esposas, mordazas y cuerdas de seda. La sumisa estaba desnuda, salvo por una capucha de látex negro que cubría su cabeza, dejando solo sus ojos visibles, brillantes de anticipación. Un cierre en la zona de la boca permanecía cerrado, añadiendo un toque de misterio a su figura curvilínea, cuyas formas me cautivaron al instante. Cuando mis empleadores nos dejaron solos, ella se acercó con pasos lentos y sensuales, arrodillándose ante mí. Con un gesto, solicitó permiso para complacerme. Abrí el cierre de su capucha, revelando unos labios carnosos, y accedí gustoso a su oferta de felación. La sensación fue electrizante, intensificada por el roce del látex contra mi piel. Noté que, junto a ella, habían dejado un catsuit de su talla, brillante y perfectamente cortado. Le ordené que lo usara, pues mi fetiche exigía que ambos estuviéramos enfundados en trajes idénticos. Mientras se lo ponía, el brillo en sus ojos me reveló que compartía mi ...
... pasión por el látex. Una vez vestida, su figura parecía esculpida en obsidiana líquida, y no pude resistir el impulso de besarla apasionadamente a través de las aberturas de nuestras capuchas. Ella me rogó que la tomara, y lo hice con fervor, explorando cada rincón de su cuerpo con manos enguantadas y movimientos precisos. La sodomicé con intensidad, culminando en un clímax que nos dejó jadeando, exhaustos pero satisfechos, sobre un diván de cuero en la mazmorra. Los días siguientes se volvieron una vorágine de placeres extremos. Juntos, exploramos fetiches más audaces: conectamos nuestros trajes con mangueras para compartir fluidos, un ritual íntimo que ella recibía con devoción, bebiendo mi “elixir” mientras yo hacía lo mismo con el suyo. En una ocasión, ella lamió mi cuerpo con una dedicación casi ritualística, usando su lengua para limpiar mi piel bajo el traje, un acto que me excitaba tanto por su sumisión como por su entrega. Cada noche, nos entregábamos a juegos de cuerdas, atándola en patrones shibari que resaltaban su figura, o usando máscaras de gas que amplificaban nuestra respiración, creando una sinfonía de sonidos eróticos en la penumbra. A medida que avanzaba mi contrato, mis empleadores me pidieron participar más activamente. Con mi sumisa como ayudante, castigué a esclavos con azotes precisos, aplicando técnicas que había aprendido de mis amigos dominantes. Usé velas para derramar cera caliente en patrones artísticos sobre sus ...