El amor de mi esclava
Fecha: 28/04/2018,
Categorías:
Dominación
BDSM
Autor: charlygaucho, Fuente: CuentoRelatos
... por aquella belleza joven que mis labios y mi manos habían comenzado a degustar. Aún había un largo camino para saborear el manjar completo, pero eso estaba ahora mucho más cerca. - ¿Estás bien? - Muy bien. Hace mucho tiempo que no estoy tan bien. Con nuestras miradas y nuestras sonrisas entrecruzadas tomé su mano y la estreché entre las mías en un gesto de compresión, contención y dominación. - Creo que he vuelto a encontrar, luego de muchos años, algo que alegre mis días, que me de fuerza y optimismo para seguir adelante. Pareciera que las paredes con las que me aislaba del mundo, con las que me encerraba a mi misma, hubiesen caído. Que esa soledad que me oprimía y me angustiaba, hubiese desaparecido… parece que, ahora, tuviese, junto a mi hija, una razón por la que vivir… La estreché de nuevo entre mis brazos y de sus labios escondidos surgió un “gracias” profundo y emocionado. Jamás, ni en la más febril de mis fantasías, había pensado que podría llegar tan lejos en este primer día. Era un hermoso augurio de la posibilidad que mi deseo fuese realidad en un plazo no demasiado lejano. Los dos El sábado siguiente a aquel jueves de ensueño transcurría lánguidamente. Recordé lentamente todo lo que había pasado en esa noche de sinceramiento e intimidad, mi relato, el de Claudia, su derrumbe, sus lágrimas, nuestros abrazos, nuestros besos, nuestro consuelo, la caminata de esas cuadras que había hasta su casa en silencio, tomados de la mano, disfrutando del momento. El beso de ...
... despedida, profundo, apasionado, desesperado, quemante, revelador de una entrega total. Mis manos recorriendo su cuerpo. Esas tetas turgentes, ese culo firme, esos muslos fuertes, todo su ser se entregado a mi caricia. Sus manos revolvieron mis cabellos, acariciaron mi cuello, apretaron mis sienes, discurrieron por mi espalda. En un momento, cada uno tomó las nalgas del otro y apretamos nuestros cuerpos de tal manera y con tanta fuerza que la dureza de mi miembro erecto se estampó contra la oquedad de su entrepierna, revolviéndose entre sus muslos buscando una pasión inalcanzable. Todo estaba dicho, pero nada se había hecho, el camino se abría ante nosotros y, al final, eso tan buscado se levantaba como un destino manifiesto y alcanzable. El viernes nos encontramos y trabajamos juntos, como si nada hubiese sucedido. Sin embargo, el cambio que había ocurrido en sus facciones no pasó inadvertido. La alegría de aquella mujer era inocultable, pero las causas permanecieron sumidas bajo un manto de oscuridad y silencio. En un momento de soledad convinimos en que la pasaría a buscar el sábado a las cinco de la tarde. Era ese mismo sábado que estaba transcurriendo ahora con lentitud y dejadez hacia el momento del reencuentro. A la hora señalada, llegué a su domicilio, estacioné y apreté el timbre de su puerta. Su casa era antigua, sencilla y humilde. El día si bien no estaba caluroso, tampoco estaba frío, era la temperatura adecuada para no agobiar ni tiritar. No había transcurrido un ...