El amor de mi esclava
Fecha: 28/04/2018,
Categorías:
Dominación
BDSM
Autor: charlygaucho, Fuente: CuentoRelatos
... minuto desde mi llamada cuando la puerta se abrió y surgió la mujer de mis ensueños, con la alegría estampada en una feminidad desbordante. En la vereda frente al umbral de su vivienda nos abrazamos y nos besamos sin importarnos quien nos viese o si a alguien le interesaba. Me encantó su apariencia. Ni que hubiera hablado conmigo al respecto. Una blusa estampada de manga larga, pero que sus botones abiertos permitían apreciar el nacimiento de sus senos y el comienzo del canalillo que los dividía, invitando a imaginar cómo seguía el panorama desde el escote hacia abajo. Nada de pantalones, estaba muy femenina, como a mí me gustan las mujeres, una falda amplia, que le llegaba un poco arriba de las rodillas, una total invitación a levantarla y a espiar en su interior. Las piernas desnudas se exhibían al mundo llamando a las manos que se atreviesen a posarse sobre ellas y acariciarlas. Enfundando sus pies un par de zapatillas de vestir. Su imagen no tenía ningún vínculo, ningún contacto, con la que yo conocí en el trabajo. Era otra mujer. La habían cambiado... ella había cambiado. Ingresamos a mi auto, lo puse en marcha, nos colocamos los cinturones, nos tomamos de una mano, la apretamos entre sí y nos miramos con una amplia sonrisa. - Me gustaría que estemos juntos, dije. - A mí también, me encantaría. - ¿Vamos a mi casa? - Donde quieras, no importa el lugar, sólo importamos nosotros. Nos dirigimos hacia mi casa que se encuentra bastante cercana. Mi vivienda nada tenía que ver ...
... con la de ella. Era un amplio chalet de dos plantas y buhardilla, ubicado en medio de un gran jardín, muy cuidado, poblado de plantas y flores. El inmueble no era demasiado lujoso pero evidenciaba que su propietario carecía de problemas económicos y que afrontaba la vida con desenvoltura financiera. Pareció deslumbrada cuando bajamos del auto y nos dirigimos hacia la casa como si en vez de ver un chalet estuviese observando un palacio de cuentos. Entramos y nos dirigimos hacia la cocina comedor tomados de la mano. En el camino nos besamos y abrazamos, pero sin interrumpir nuestro avance. - ¿Querés tomar algo? - Lo que quieras, me respondió. - Yo quisiera comer algo… - ¿Comer? Bueno. - Comerte a vos, centímetro a centímetro, hacerte mía, poseerte, sentir mi cuerpo en el tuyo, disfrutar plenamente de tu ser. A medida que las palabras iban apareciendo su sonrisa se ampliaba más y más. Me estiró su mano para tomar la mía. La agarré y la llevé hacia mi dormitorio, cuando entramos la abracé y mientras la estrechaba entre mis brazos la besé profundamente, la apreté contra mí con toda la intensidad que mis fuerzas me permitían, ella acompañó con su frenesí, la pasión de mis gestos. En un momento acerqué mis labios a su oído y le susurré “perdiste”. Una risa profunda, alegre y sincera estremeció su cuerpo estrechado por mis brazos y sus labios susurraron “ganamos”. En medio de la risa de ambos separamos lentamente nuestros cuerpos. Tomé su remera por la cintura y se la saqué por sobre ...