El amor de mi esclava
Fecha: 28/04/2018,
Categorías:
Dominación
BDSM
Autor: charlygaucho, Fuente: CuentoRelatos
... triángulo invertido se podía ver perfectamente el comienzo de dos labios mayores, amplios, congestionados, macizos, que -salvo por una puntita que se escapaba por su parte superior, poseían la contundencia necesaria para ocultar los tesoros allí ubicados. Volví a recorrer su sexo con la mirada, desde su Monte de Venus hasta la confluencia de sus ingles, donde sus piernas ahora cerradas impedían continuar la exploración visual. Recorrí con mi mirada sus esbeltos muslos, sus rodillas, sus piernas, llegué a sus pies. Todo perfecto, espectacular. Volví a su rostro. Enrojecido y ruboroso, era un muestrario de efectos para disimular su incomodidad ante la exploración. - ¿Y? - Y, ¿qué? - Si te gusta, si lo que estás mirando te satisface... ¿Aprobé el examen? - Todavía no terminé. Eran evidentes su incomodidad y su vergüenza, pero decidí que debía hacerle sentir desde el inicio quien mandaba y quien obedecía. Me puse de pie. Claudia se cubrió el pubis con sus manos juntas. Caminé hacia atrás de ella. Observé cuidadosamente su espalda, su delicada piel que dibujaba -como si fuese una tela en manos de un pintor- sus omóplatos y su espina. Miré su culo. Esos dos macizos globos que coronaban sus piernas. Esa línea que separaba los muslos de las nalgas. Esa zanja que custodiaba celosamente sus altares prohibidos. ¿Se habría celebrado alguna vez algún rito dentro de esa quebrada cárnea que llamaba a su apertura y al placer? ¿Sería virgen el orificio oculto dentro de ese culo magnífico ...
... o ya habría sido estrenado, profanado por algún dedo o algún miembro que osó penetrar en él? Deslicé los ojos por sus muslos y pantorrillas. Llegué a los talones. Me acerqué a ella, Coloqué el índice derecho sobre sus vértebras cervicales. Su cuerpo se estremeció ante el inesperado contacto. Mi aliento caliente y febril cayó sobre su hombro izquierdo. Giró la cabeza para mirarme y cuando nuestros ojos se contactaron, raudamente bajó la mirada. Retiré la cabeza hacia atrás para mirarla mejor. Comencé a descender el dedo por sobre las espinas de su columna. Traspuse la espalda y llegué a la cintura. Alcancé el inicio de su zanja. Comencé a recorrer el valle escondido irrumpiendo entre las compactas masas de sus glúteos, que se iban separando al descender el invasor dedo. Su cuerpo se tensó de inmediato. Una de sus manos salió disparada para asir mi brazo e interrumpir la violación de sus entrañas. Esas reacciones me hicieron llegar dos mensajes, por un lado parecía ser que su agujero aún era virgen y, por el otro, me señalaba que la toma de la Bastilla me iba a costar un esfuerzo de convencimiento mayor. Aproveché su movimiento para deslizar mi mano hacia su pubis, haciendo entrar mi índice izquierdo dentro de sus labios secretos, descendiendo al portal de la caverna y luego ascendiendo hacia el perenne centinela de su gruta encantada. Al verse asediada por delante y por detrás no supo qué hacer. Dejé que su mano defensora de su magnífico trasero siguiese colocada sobre mi ...