1. El amor de mi esclava


    Fecha: 28/04/2018, Categorías: Dominación BDSM Autor: charlygaucho, Fuente: CuentoRelatos

    ... rodillas. Até los mosquetones de sus botas a sendos enganches amarrados en la base de la rueda y luego hice lo propio con sus muñequeras. Quedó estirada formando una “X”. Tensioné un poco más los agarres de manera que se percibiera claramente la tensión de los músculos de brazos y piernas. - ¿Estás bien? - Sí, por ahora sí. - ¿Asustada? - Mucho. - Confiá en mí. - Te amo y sos la persona en la que más confío en este mundo. ¿Pensás que a cualquiera le dejaría hacer esto? Si no te tuviese toda la confianza ¿crees que me entregaría atada de pies y manos? Me acerqué a darle un pequeño beso y le coloqué la máscara que taparía sus ojos y la aislaría del mundo exterior. Una vez hecho esto, quité el freno de la rueda y la hice girar una vuelta entera sobre si misma de manera que la cabeza de Claudia descendió al nivel del piso y volvió a subir. Frené nuevamente el dispositivo y coloqué en una bandejita varios cubitos de hielo y un carámbano congelado similar a un dildo pero más pequeño, que extraje desde una pequeña heladera ubicada en un costado del salón. El silencio era tan denso que podía cortarse. Solamente se escuchaban mis pasos y los jadeos ansiosos de ella, que -ignorante de lo que sucedía- trataba de adivinarlo por medio de los sonidos. Coloqué la bandeja sobre la mesa y tomé uno de los cubitos. Con la mano izquierda agarré su teta y la oprimí de manera que sobresaliera la areola y el pezón. Acerqué el hielo al círculo de piel amarronada que coronaba su ubre y lo hice ...
    ... girar en torno al saliente extremo. De inmediato la corona se erizó y se lleno de pequeñas protuberancias al tiempo que su tetilla se endureció emergiendo en un compacto cilindro de la superficie de la glándula. Apreté más la mamá hasta que escuché su primer quejido y entonces apoyé aún más el hielo para que la corona cediese hacia adentro, excitándose al máximo y obligando al pitillo a endurecerse y salir totalmente hacia afuera. Sin soltar su teta, dejé el hielo en la bandeja y tomé un broche de ropa, que poseía sus extremos planos pero ranurados, lo abrí y dejé que se cerrase solo sobre el duro pezón. Cuando ambos extremos del broche se acercaron aplanando la carne aprisionada, observé su rostro, aún podía avanzar más así que tomé el broche entre mis dedos y lo apreté haciendo que el pezón encarcelado desbordase por fuera del broche. Un grito quejumbroso fue la respuesta mientras se dibujaba una mueca de agonía en su rostro y el cuerpo se retorcía hasta el límite de las ataduras. - Tranquila. Inspirá hondo y relajate. Recién empezamos y falta mucho. Me contestó con una mueca irónica. Procedí a repetir el mismo proceso en su otra teta. Su respuesta fue la misma pero la cima del proceso fue cuando tomé ambos corchetes y los apreté fuertemente. Su aullido penetró mis entrañas y comenzó a congregar mi flujo sanguíneo en la base de mi miembro. El proceso de excitación había comenzado. Las lágrimas que vertían sus ocultos ojos lo aumentaba. Tomé el carámbano congelado, que era ...
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