El amor de mi esclava
Fecha: 28/04/2018,
Categorías:
Dominación
BDSM
Autor: charlygaucho, Fuente: CuentoRelatos
... retiró con ella en su mano. Terminamos de juntar las pocas cosas que quedaban y pregunté: - ¿Para dónde vas, Claudia? - Para Floresta, vivo en Floresta, cerca de Segurola y Gaona. - ¿Te llevo? Yo vivo en Flores, por Plaza Irlanda, muy cerca de donde me dijiste, así que no me causa ningún inconveniente acercarte. Después que su mirada se fijó en mis ojos por muy breves instantes, aceptó el ofrecimiento. - Tengo el auto en el estacionamiento de enfrente, ¿vamos? Ya circulando por la avenida Córdoba en dirección al Oeste, nuestra conversación se centró en cuestiones de trabajo, especialmente en la declaración que habíamos tomado, lo que la había impactado mucho y a lo cual yo realmente estaba acostumbrado, pero era lógico que alguien sencillo como ella se afectase ante las tribulaciones y angustias que sufría el declarante. Habíamos dejado atrás Ángel Gallardo y encarábamos el inicio de Gaona, nos acercábamos peligrosamente a nuestro destino y era hora de que encarase lo que había venido a hacer. La amenidad y fluidez de nuestra conversación le daba el marco adecuado a la situación y entonces decidí encararla. - ¿Te puedo invitar a tomar algo? - ¿Hoy? Giró su cara hacia mí, que la observé con el detenimiento que la conducción del vehículo me permitía. La semi sonrisa de sus labios permitía crecer la alegría de una aceptación, pero contrastaba con la tristeza profunda e insondable de sus ojos. - Si podés sí, si no lo podemos dejar para otro día. Pareció meditar la propuesta ...
... y la respuesta. Tal vez sólo estaba tomando el tiempo necesario para no aparecer como una mina fácil y entregada, tal vez estaba pensando verdaderamente en lo que sucedía. - Hoy puedo, mamá sabe que voy a llegar tarde, no se va a preocupar y se está encargando de la nena. Vamos. - ¿Algún lugar que conozcas o que prefieras para ir? - No tengo preferencias, pero conozco un boliche a unas cuadras de casa que está bastante bien y donde se puede hablar con comodidad y tranquilidad. Hacia allí fuimos. Yo disfrutaba de esa aceptación y del paso adelante que había dado hacia el lejano objetivo que me había propuesto. Ella parecía un poco más relajada, quizás más cómoda, a lo mejor más tranquila, ya lo averiguaría. Llegamos a la confitería, le abrí la puerta, ingresamos y el ambiente me sorprendió muy agradablemente. Era un lugar muy tranquilo, con música suave y relajante, con una penumbra que invitaba a la intimidad, la confianza y la confesión, el lugar ideal. ¿Lo había elegido a propósito? ¿Era una casualidad y sólo lo había escogido por su cercanía? - Donde quieras, le dije señalando hacia el salón en un claro signo para que eligiese el lugar que prefiriese. - ¿Qué tal allá? Preguntó señalando una mesa ubicada cerca del fondo del local y protegida por unas mamparas que la separaban del salón. - Perfecto, dije y hacía allá fuimos. Nos sentamos uno frente a la otra, la camarera se acercó, tomó nuestro pedido -dos jugos frutales- y se alejó. Nos miramos y creo que intuitivamente ...