El amor de mi esclava
Fecha: 28/04/2018,
Categorías:
Dominación
BDSM
Autor: charlygaucho, Fuente: CuentoRelatos
... coincidimos en que era el momento de comenzar a hablar en serio de nosotros mismos. Me tocaba a mí profundizar la charla. Le hablé de donde vivía, de mi viudez, del accidente ocurrido dos años atrás donde había perdido a mi esposa, de mis hijos -un varón de 15 años y una mujer de 11- que estaban a cargo de sus abuelos maternos, de cómo compartía con ellos los fines de semana y los feriados, de mis padres, de mis anteriores trabajos y ocupaciones, de mi actual soledad, de mi optimismo hacia el futuro… en fin le fui sincero en todos aquellos detalles de mi vida que era necesario confiarle y que había decidido a hacerlo. Tan solo algo quedó oculto en lo más profundo de mi ser, oculto porque era demasiado pronto para descubrirlo, porque el vínculo tenía que madurar mucho para que ese secreto viera la luz, porque era mi objetivo y no formaba parte de los datos de partida. Ella habló de su pasado, de su padre hace tiempo fallecido, de las desventuras de su pareja, de su ex marido que ahora vivía con otra mujer en Rosario (la segunda ciudad en importancia del país después de Buenos Aires), de su madre anciana pese a lo cual llevaba una gran parte del peso de la familia, de las desventuras y angustias de la supervivencia diaria, de su hija y, sin que pudiera evitarlo, surgió la culpa, su culpa por no poder brindarle a esa pequeña la alegría de vivir que necesitaba, al contrario, parecía ser la niña la que alumbraba la vida de estas mujeres. Su soledad emergió incontrolable cuando me ...
... contaba que había vuelto con la nena triste y derrotada a la casa de su vieja, al frustrase su pareja, de su encierro, de su amargura. Más que nada se sumergió en su fracaso, su soledad y su frustración. Sentía que ni ella ni su vida servían para nada, ni como mujer, ni como pareja, ni como madre, ni siquiera como hija. Me contó cómo, pese a estar acompañada, en realidad estaba profundamente sola, sin amigos, sin salidas, sin parejas, sin nada. Ella sola con su propia alma, a los tropiezos por la cuesta de la vida. Cuando Claudia abrió las entrañas de sus sentimientos y emociones, varias lágrimas cayeron de sus ojos, deslizándose por sus mejillas, aumentando la belleza de su faz, mientras sus manos -sobre la mesa- se apretaban como si una quisiese consolar a la otra. La miré fijamente y con suavidad y dulzura tomé sus manos entre las mías, apretándolas dulcemente como si intentase transferirle fuerza a ese débil cuerpo de mujer que, momento a momento, se estremecía más por sus sollozos. La miré, ella bajó los ojos, soltó sus manos que se dirigieron a cubrir su rostro y comenzó a llorar de una forma que parecía incontrolable. Me levanté y me senté a su lado, le pasé un brazo sobre los hombros y con el otro atraje su cara hacia mí y la apoyé sobre mi pecho, comenzando a acariciar su cabello castaño, apretando su ser contra mi pecho como si desease cobijarla y protegerla. Del fondo de mi ser, surgió la frase: - Ya no estás sola. Fue suficiente para perforar y derrumbar su última ...