1. El secreto de mi vecina Patricia


    Fecha: 04/05/2018, Categorías: Hetero Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... negro? no sabés lo bien que le queda. β€” Jajajaja, altas pajas te habrás hecho con ella… Che, pará. ¡Ya llegamos! Se paró de un salto, y presionó el botón para indicarle al colectivero que bajábamos. Cuando yo me puse de pie, noté mi verga dura y empinada, que hacía que mi bragueta pareciera una carpa. Me la acomodé, mirando a todas partes, con miedo a que me vieran, y bajé del colectivo. β€” ¿Cuánto nos pasamos? β€” Le pregunté. β€” tres cuadras nomás. β€” contestó Juan. β€” El boliche es aquel. β€” dijo, señalando una esquina, a lo lejos. β€” ese de los vidrios negros. El barrio me daba mala espina. Había poca gente en la calle, y los que andaban por ahí, tenían cara de pocos amigos. Llegamos por fin al boliche en cuestión. β€” Pero está cerrado, Juan. β€” Callate salame. Está cerrado para los giles que vienen a escabiar o a escuchar música, para los putañeros está abierto las veinticuatro horas. β€” ¿Y el timbre dónde está? β€” Que timbre ni timbre. β€” dijo Juan, y comenzó a golpear el vidrio con una moneda. Cada vez que el metal chocaba con el vidrio, mi ansiedad crecía, pero pasaba el tiempo, y nadie salía a atendernos. Juan acercó su cara, para ver adentro. β€” Parece que no hay nadie che. β€” dijo, casi tan decepcionado como yo mismo lo estaba. Golpeamos varias veces más, pero nadie salía a atendernos. Notamos que habíamos llamado la atención de algunos de los vagos que rondaban por ahí, que ya nos miraban con curiosidad, así que decidimos desistir y volver a casa. Pero cuando estábamos ...
    ... llegando a la parada, Juan preguntó a un tipo que caminaba por ahí: β€” Amigo, ¿no conocés un puterío por acá? β€” ¿Un qué? β€” preguntó el hombre. β€” Un puterío. β€” repitió Juan, casi gritando, exasperado. Y para que el otro entienda bien agregó. β€” Putas, queremos putas para coger ¿Dónde hay? El tipo se encogió de hombros y se fue. β€” Ese pelotudo no sabe ni donde está parado. β€” dijo Juan, mordiéndose el labio. β€” ¿Pero no conocés otro lugar? β€” Le pregunté a mi amigo experimentado. β€” Sí, pero está en la rotonda de San Justo. β€” me contestó. Luego miró la hora en su reloj. β€” A ver, bancame que hago un llamado. Puso las monedas en el teléfono público. Habló unos minutos, y al cortar, se dirigió a mí. β€” Listo, ya le dije a mi vieja que no puedo ir a buscar a Cata al colegio. Su ánimo cambió rotundamente. Tenía tantas ganas de ponerla como yo, y el boliche vacío lo había desanimado y enfurecido, pero ya volvía a ser el mismo Juan alegre y burlón de siempre. Esta vez el viaje duró casi una hora. β€” Lo que no sé, es cuánto cobraran ahí. β€” comentó. β€” Yo igual traje más plata de la que me habías dicho, por las dudas. β€” Bien ahí Carlitos. Yo también. Cincuenta mangos tengo. β€” Ojalá que esta vez no nos encontremos con un local vacío. β€” Tanta mala suerte no vamos a tener. Llegamos a San justo a eso de las cuatro de la tarde. Estábamos algo transpirados. Esta vez el supuesto prostíbulo era una casa vieja, revocada, pero sin pintar. Subimos una pequeña escalera y golpeamos la puerta negra. Tardamos unos ...