1. La mujer del disidente (05). La galería


    Fecha: 12/05/2018, Categorías: Dominación Voyerismo Autor: Senatore33, Fuente: CuentoRelatos

    ... Amalia no tuvo más remedio que volver a soltar su vestido y cruzar de nuevo las manos por detrás del cuello. La tela volvió a caer y su blanquecino pecho volvió a quedar a la vista de todos. Cuando Amalia volvió a estirar la espalda y continuó caminando con su pecho y espalda al aire el guardia le dijo que esperara. -Este preso te ha faltado al respeto, Amalia, y por tanto va a tener que disculparse. Vuelve aquí -le pidió-. Amalia retrocedió, con el vestido roto y las manos entrelazadas a la nuca, como le habían ordenado. -Colócate aquí, delante de su celda -le pidió a Amalia-. Y tú, impresentable, pídele perdón a la señora. El preso se reía, observando a Amalia. Ella, mientras tanto, permanecía en pie delante del preso, mostrándose semidesnuda ante él, con lo que entendió que el objetivo del guardia era precisamente humillarla a ella. -¿No le vas a pedir perdón? -le preguntó el guardia al preso-. Claro que lo harás, tenemos todo el tiempo del mundo, y no nos vamos a mover de aquí hasta que lo hagas. El guardia permaneció unos instantes con los brazos cruzados en actitud de espera, pero al rato se marchó. Amalia se quedó inmóvil delante del preso, quién se bajó los pantalones y los calzoncillos y sin ningún reparo empezó a masturbarse delante de ella. Amalia tuvo la tentación de volver a colocarse el vestido y tapar su pecho, pero no se atrevió. El resto de presos también la observaban desde sus celdas, pero sin duda el que mejor visión tenía de ella era el cerdo que ...
    ... tenía delante. Al rato volvió el guardia, que traía una silla plegable de la mano. -¿Aún no te has disculpado? -le preguntó al preso-. Pues nada, tú mismo. Seguiremos esperando. El guardia abrió la silla y se sentó a esperar, mientras que el preso continuaba masturbándose mirando a Amalia, fijándose especialmente en su pecho desnudo. El preso se tomaba su tiempo, moviendo lentamente su mano sobre su pene y y arrastrando su piel vez tras vez hacia atrás, dejando asomar su glande vez tras vez. Amalia podía ver como su pene cada vez tenía más espuma, pero el preso no tenía prisa por eyacular, estaba disfrutando de su momento. Al cabo de unos diez minutos el preso empezó a estremecerse y procedió a eyacular soltando fuertes gemidos. Al hacerlo se acercó lo máximo posible a los barrotes y varios chorros de esperma saltaron hacia Amalia, que estaba a unos ochenta centímetros del pene del hombre. Dos grandes chorros de semen quedaron impregnados en el vestido de Amalia, uno sobre su vientre y el otro resbalando sobre la tela, a la altura de su muslo derecho. -Perdone usted, señora, no se volverá a repetir -dijo por fin el preso, satisfecho, mientras se guardaba de nuevo su miembro en el calzoncillo. -¿Ves cómo no era tan difícil? -le dijo el guardia, levantándose de la silla, plegándola de nuevo e instando a Amalia a continuar. Amalia, degradada, continuó avanzando por el pasillo los pocos metros que le restaban hasta llegar a su antesala primero, y a su celda después. Una vez en la ...
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