1. Mi secretaria


    Fecha: 24/05/2018, Categorías: Control mental, Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... cuando lo hagas, con cada gota de semen que salga de tu polla, tu voluntad desaparecerá por completo. Te convertirás en mi esclavo, en mi perro personal, en un animal de compañía, dispuesto siempre para mí, con la polla siempre a punto para mi placer. Jamás pensarás en darte placer a ti mismo si no es para proporcionármelo a mí. Tu vida no tendrá ningún otro sentido más que amarme, obedecerme y servirme. Nada será más importante que yo. Cada una de sus palabras era un cuchillo que perforaba el centro del placer de mi cerebro. No importaba lo que decía, tan solo deseaba correrme, llegar al orgasmo e irme de aquella maldita casa para siempre. Irme. Correrme. Tocar sus piernas. No volver nunca. Besar sus pies. Salir de allí. Lamer sus zapatos... - Ya puedes correrte. Fue como si un invisible tapón fuera apartado de la punta de mi pene. El semen comenzó a salir con una presión extraordinaria. Mis manos, el suelo, y sus pies se vieron inundados por oleadas de mi líquido blanco, causándome un placer mayor incluso que el de la noche anterior. Con el primer espasmo, mi mente comenzó a pensar en la forma de salir de allí. Con el segundo, pensé que tenía tiempo para pensarlo. No tenía prisa. Con el tercero, el más fuerte, no me importaba estar allí hasta el día siguiente. El cuarto y quinto espasmos fueron cortos, y el sexto casi inexistente. Cuando acabé de correrme, casi sin fuerzas, contemplé el espectáculo que había causado con mi orgasmo, pero de todo lo que vi, tan solo me ...
    ... importaba una cosa: su pie estaba completamente manchado con mi semen. Una vez más, Laura leyó mi mente. - ¡Límpialo, esclavo! Sin dudar ni un solo instante, contento por la posibilidad de que mi lengua volviera a tocarla, comencé a lamer su pie. La suavidad del semen se confundía con el sabor agridulce de las medias. No era algo tan desagradable el beber semen. Al fin y al cabo, era mío. Con el rabillo del ojo contemplé como el señor Diez se corría a la orden de Laura y su pene perdía fuerza y erección, tal y como me había pasado a mí. Pero al comprobar mi propio órgano, contemplé como cada vez que lamía el pie de Laura, volvía poco a poco a la posición de erección original, increíblemente a punto para lo que fuera necesario. Perdido en mis observaciones, no me di cuenta de que ya no quedaba semen en el pié, a pesar de que yo seguía lamiendo como si hubiera pasado varias semanas sin comer. - Ya está bien, esclavo. Ahora ven aquí y lámeme el coño. Aquella orden me complació. Contento y con nuevas energías, me acerqué a ella. Lo único que tenía en la cabeza era cumplir su orden, darle placer. Lejos, en el fondo de mi cerebro, una pequeña, minúscula idea intentaba no morir aplastada por el peso del deseo. La idea de escapar era ya tan minúscula que no me di cuenta ni de que se desvanecía en el olvido absoluto. Cuando desapareció, ni una sola parte de mi cerebro lo lamentó. Del fondo de mi alma, reflejando mis verdaderos anhelos, mis únicos deseos de servir a aquella mujer, salieron ...
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