Mi secretaria
Fecha: 24/05/2018,
Categorías:
Control mental,
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... papeles. El trabajo estaba ya muy adelantado. La noche anterior lo había dejado casi terminado antes de dormirme. De dormirme. Sí. Eso fue. El cansancio había podido conmigo y me había dormido. Lo que no entendía era porqué no me había despertado Laura. Pero eso ya no importaba. Tenía que terminar el informe para llevarlo a gerencia. Me apresuré a ello y en menos de un par de horas lo dejé en la mesa de Laura con una nota para que lo entregara en cuanto llegara. Ya más tranquilo, me senté en mi sillón y me permití el lujo de dar una pequeña cabezadita. - Buenos días. Tenía la maldita costumbre de sobresaltarme. Abrí los ojos y me incorporé sobre el sillón para que no se diera cuenta de que me había dormido. - ¿Ha dormido bien? - Una amplia sonrisa de complicidad se dibujó en su rostro. - ¿Porque no me despertó anoche? - Comprobé que el informe ya estaba muy adelantado y no lo consideré necesario. Lleva muchos días trabajando en esto sin descansar, así que decidí dejarle dormir. ¿Hice mal? Su voz sonaba como la de una niña pequeña cuando quiere ser perdonada por algo que ha hecho y que sabe que no está bien. La verdad es que, habiendo terminado el trabajo, la cosa ya no tenía mayor importancia. - No se preocupe, Laura. Ahora lo único que quiero es descansar un poco. Me sentía enormemente cansado, como si en vez de dormir, me hubiera pasado la noche descargando camiones. Intenté desperezarme. No era algo que soliera hacer delante de mis subordinados, pero por algún motivo, no ...
... me importó hacerlo delante de ella. Una pequeña molestia en un costado me impidió hacerlo completamente a gusto. Toqué por allí y encontré un pequeño moretón, como si me hubiera golpeado. No era muy grande, pero dolía horrores. El golpe debió de ser muy fuerte, pero no recordaba haberme dado ninguno. - Cerraré la puerta e intentaré no pasarle llamadas durante un par de horas. Si quiere echarse un rato en el sofá, le despertaré si viene alguien. Se dirigió hacia la puerta con unos increíble e insinuantes movimientos de cadera. ¿Siempre se había movido así? Nunca antes me había dado cuenta. La miré de arriba a abajo. Vestía como siempre, elegantemente, con falda y medias negras. Sus piernas, envueltas en maravilloso nylon negro. ¡Dios mío! ¡Que piernas!. Y sus zapatos. Eran maravillosos. Negros, con un tacón de aguja más propio de una fiesta que de unas oficinas. ¿Porqué nunca antes me había fijado en aquellos zapatos? ¿Como había podido no haberme fijado en ella de aquella manera? Con cada movimiento de caderas que realizaba, una palabra se dibujaba en mi cerebro: fóllame, fóllame. Cada paso que daba, cada taconazo que sonaba en el suelo, me parecían los sonidos más maravillosos que pueden provenir del cuerpo de una mujer. Se detuvo en la puerta. Me miró. Sonrió enigmáticamente y la cerró. Me quedé solo. Solo con mis pensamientos. Y en mis pensamientos solo estaba ella. Me quedé solo con ella. ¿Que diablos me estaba ocurriendo? Ella no era más que una subordinada. La empresa ...