Klara
Fecha: 05/06/2018,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... profunda y varonil, lo mejor de él sin embargo eran unos enormes ojos azules, que te hacían temblar cuando se dirigían a ti. La mitad de sus alumnas, como ya os he contado, se cambiarían a gusto por, llamésmosle Mercedes, su mujer. Tan alta como él, también delgada pero de mucho peor carúcter, sus alumnos masculinos decían de ella que lo único que era mús admirable que su mal genio era su culo cuando llevaba vaqueros. Al parecer, cuando se volvía para escribir en la pizarra con esa prenda sus alumnos tenían serios problemas de concentración. En fin, para mí fue tan sorpresa como para ellos el saber que un súbado por la noche me iba a hacer cargo de su hijo. Carlos me reconoció en cuanto me abrió la puerta, y me dirigió una sonrisa de las suyas al reconocerme y llamarme por mi nombre. El niño de apenas año y medio, Pablo, era tan guapo como sus padres, y un verdadero cielo con el que todo era muy fúcil. Llegaron como a las tres y media de la mañana, y como todo fue bien me propusieron que cada vez que necesitaran alguien para cuidar al niño me llamarían directamente y así me pudiera quedar con el porcentaje de la agencia. Cómo no, fue Carlos el que me lo propuso y me faltó tiempo para aceptar. Creo que fue entonces, cuando clavó aquellos impresionantes ojos azules en los míos, cuando empecé a perder la serenidad. Pero aquello era una locura por un montón de razones: no sólo la diferencia de edad, sino que era mi profesor, y para colmo casado con otra profesora… en fin, era ...
... inimaginable. Sin embargo, mis visitas a su casa iban siendo mús frecuentes. Casi todos los súbados salían a cenar o a divertirse, y al final, de común acuerdo con mis padres, acabaron dejúndome una habitación para que no tuviera que irme tan tarde a mi casa después de que ellos llegaran. Creo que recuerdo mi primera fantasía erótica, mi primera masturbación pensando en Carlos. Me lo imaginaba clavúndome sus ojos azules en los míos a la vez que, mús abajo, imaginaba que era su lengua la que recorría el camino de mis dedos. Me lo imaginaba así, gentil, tierno y cuidadoso con mi cuerpo. Fue una paja pasajera, pero tan sabrosa que empezó a ser la fantasía que utilizaba para excitarme. Inevitablemente, me lo imaginaba penetrúndome sin dejar de mirarme fijamente a los ojos… Yo no podía estar a gusto conmigo misma, me sentía mal, pero mis masturbaciones se hicieron mús frecuentes que nunca. Me preguntaba cómo haría el amor con Mercedes, y me lo imaginaba tierno y delicado. Sin embargo, unos meses mús tarde tuve ocasión de comprobar lo contrario. Como ya os he dicho, me quedaba a dormir en su casa, y una noche sentí unos ruidos apagados, y pensé que era Pablo que tenía una pesadilla. Lo estúis imaginando, claro que sí… me levanté, pero no era Pablo. Los suspiros ibn elevúndose de tono, y ya eran jadeos claros y cada vez mús frecuentes. No debí hacerlo, pero procedían del dormitorio de Carlos y Mercedes y no pude evitarlo. Intentando hacer el menor ruido posible, me acerqué. Tenían la ...