Variación salvadora
Fecha: 07/06/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... levantó, me inclinó sobre la pared, me levantó la falda hasta la cintura y me metió dos dedos. Estaba tan mojada que entraron sin esfuerzo. Enseguida los retiró y noté cómo algo más grande se situaba en mi entrada. Entró hasta el fondo de un solo golpe y deseé poder gritar. Me mordí los labios y empecé a mover las caderas, ondulando entre su cuerpo y la pared. Una de sus manos fue directa a mi clítoris y mientras me frotaba y pellizcaba el clítoris con dos dedos, con la palma de la mano me apretaba contra sus caderas, marcándome un ritmo más lento y más profundo. Se reclinó totalmente sobre mi cuerpo y metió la otra mano bajo mi ropa hasta acariciarme los pechos. Su cuerpo se frotaba contra el mío. Su sudor me llegaba en oleadas a través de la ropa. La leve incomodidad de su ropa encogida entre su cuerpo y el mío no hacía más que intensificar el placer. Su respiración mojaba la piel de mi cuello y, a medida que aceleraba el ritmo de sus embestidas, me mordía los hombros cada vez con más fuerza. Su boca, sus manos y su pene estaban volviéndome loca hasta el punto de que lo único que quería era girarme hacia él, fundir su boca con la mía y moverme más y más rápido hasta venirme entre sus brazos, pero cada vez que hacía el intento su cuerpo y sus brazos se tensaban para mantenerme en la misma postura. Me dejé caer contra la pared y estiré los ...
... brazos hacia atrás para poner las manos en sus nalgas. Las acaricié, las apreté entre mis dedos, traté de marcarle un ritmo que le enloqueciera tanto como él estaba haciendo conmigo. Nuestros movimientos se volvían más y más frenéticos, buscando aumentar el contacto y el placer. Estaba a punto de llegar al orgasmo cuando salió de mí y me giró hasta apoyarme contra la pared. Me levantó una pierna, le envolvió en su cintura y me besó mientras volvía a penetrarme. Me corrí al mismo tiempo que sentía su lengua y su verga entrando dentro de mi. Clavé sus dedos en su culo para obligarlo a acelerar el ritmo, a dejarse llevar, a acabar conmigo. Seguimos besándonos un rato, acariciándonos bajo la ropa, apurando los últimos instantes de intimidad. El ruido de una puerta al abrirse nos devolvió al mundo y nos vestimos a toda prisa para volver a la sala antes de que acabara la película. Entramos sólo unos segundos antes de que volvieran a encender las luces. Nadie se dio cuenta de nuestra escapada, creo. Mis braguitas se quedaron toda la noche en el bolsillo interior de la cazadora de Miguel y él aprovechó cada oportunidad para insinuar sus manos debajo de mi falda. El placer y la excitación no me abandonaron durante horas, pero lo mejor de todo era saber que iba a haber más. Y que la próxima vez me tocaba a mí llevar la iniciativa. Casi no podía esperar.