Por no pagar la cuenta
Fecha: 17/07/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
POR NO PAGAR LA CUENTA Luego de dos años de sentir mucha vergüenza, pero al mismo tiempo una excitación enorme cada vez que recuerdo lo que me ocurrió, me he decidido a compartir con los lectores de esta página la situación más inesperada y excitante que he vivido hasta la fecha. Creo que esta es una situación poco frecuente, o por lo menos no he leído un relato similar, lo que me animó mucho más a enviar este relato, debido a que puede resultar original. Como es totalmente verídico, debo enviarlo como de autor anónimo, para no resultar de pronto identificado por alguno de mis amigos, especialmente de los compañeros de trabajo, que veo que también entran páginas de relatos eróticos. Pero vamos al relato. En la época en que me ocurrieron los hechos que voy a relatar, trabajaba en una importante entidad oficial, ocupando un cargo de buen nivel y salario. Todos los días salía a almorzar en un concurrido restaurante que quedaba cerca de la oficina, donde la comida era exquisita y los precios económicos, pero sobre todo, donde atendían como meseras una joven de unos veinte años y una señora de unos treinta años, bonitas, simpáticas y ambas de un cuerpo espectacular. La cajera y administradora del sitio, nunca supe si también era la dueña, era una señora de unos cuarenta años, con un cuerpo lleno de curvas, un trasero grande y bien formado y una cara agradable, pero un genio de mil demonios, ya que durante todo el tiempo regañaba y apuraba a las dos meseras, especialmente en los ...
... momentos en que el lugar se llenaba de comensales. Casi todos los días podía observar el intenso trajín del restaurante y en más de una ocasión tuve que esperar largo rato antes de ser atendido, lo que ocasionaba la furia de la administradora, aunque yo trataba de tranquilizarla, para que no afanara ni molestara a las meseras. Un día que salí a almorzar un poco tarde y de afán por estar terminando un trabajo que debía entregar en la tarde, dejé mi billetera en el escritorio de la oficina y sin darme cuenta que no disponía de efectivo para pagar el almuerzo, hice el pedido y solo cuando estaba terminando noté que no traía dinero. Observé a las mesas vecinas para ver si había algún conocido que me pudiera prestar mientras regresaba a la oficina, pero dado que ya estaba pasando la hora del medio día eran pocos los clientes que quedaban en el sitio. No sé por qué motivo, quizás por el afán, me pareció fácil salir sin pagar, aprovechando lo ocupada que se encontraba la administradora organizando la caja y haciendo cuentas. Grave error! Había salido del restaurante y llevaba tan solo unos pocos metros caminando a paso acelerado cuando sentí un grito. Era la administradora, quien me recriminaba por haber salido sin pagar. Para evitar el escándalo y que de pronto algún conocido que pasara por el lugar se enterara de la situación, me devolví asustado y traté de explicarle a la señora lo que me había ocurrido, pero como dije al principio, su genio era tan malo que no aceptaba razones. Me ...