Bebíamos
Fecha: 21/07/2018,
Categorías:
Lesbianas
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... arrodillamos una frente a la otra sobre las sábanas e, intentando que las botellas se sostuvieran a pesar de la poca estabilidad del colchón, conseguimos sentarnos cada una sobre uno de los picos. Poco a poco, mirándonos con complicidad, comenzamos a acariciarnos nuevamente, recorriéndonos mutuamente cada región que ya se reconocíamos como vivamente excitantes. Segregábamos de nuevo los néctares, cosecha de la lujuria; los dedos recorrían los pezones endurecidos, bajaban a por la cintura y se introducían en la raja en donde los pináculos de los envases, lentamente, iniciaban una penetración. Suspirábamos ruidosamente, mezclando saliva y quejidos. - Estamos llegando realmente lejos - alcanzó a susurrar Isabel. - Ahora debemos sentarnos - respondí. Un par de horas antes, no hubiera soñado con hablar con tal desparpajo, pero estaba realmente enardecida y, para mi propia sorpresa, descubrí que fantasear así, junto a la confidente de tantas horas, me sobreexcitaba de una forma que era incapaz de definir. Sentí que el pico frío se introducía sin dificultad, lubricado por mis jugos; separé un poco las piernas para facilitar aquello. Empezamos a movernos con cierto ritmo. - Esto es demasiado... - murmuró Isabel entre quejidos - si continúo... Yo puse más pasión, le besé los dos pezones casi al mismo tiempo, mordisqueándolos, lamiéndolos, sintiéndolos dentro de mi boca mientras la botella entraba y salía de acuerdo a que ...
... se sentara u oprimiera su vagina haciéndola desplazarse hacia fuera. Aquello no iba a prolongarse demasiado, pues las dos estábamos sintiendo la inquietud de un inminente orgasmo, corriéndonos por la piel, por la sangre, por los puntos más álgidos y expresándose en una respiración más intensa. - No me aguanto más... - soltó Isabel. Se convulsionó con la botella embutida a lo máximo, apretándome con fuerza; le correspondí con mi lengua por el cuello y los senos. El éxtasis se expresaba casi a gritos y sacudidas. Supe que también había llegado mi momento; situándome hacia atrás, sentí que Isabel tomaba con una mano la botella y empezaba a hundírmela una y otra vez sin pausa, cubriéndome el resto del cuerpo con caricias y besos. Un imponente y largo orgasmo me derritió en abundantes fluidos que empaparon la botella, espasmo tras espasmo, sintiendo que nunca en mi vida había experimentado un momento tan intenso como aquel. Poco a poco y, acompasadamente, fui saliendo del transe, acurrucando mi cuerpo junto al de mi amiga que, también exhausta, suspiraba con la mirada perdida en el techo. Las botellas habían quedado a un lado de la cama, inmóviles como mudos testigos de la lujuria vivida. - Jamás hubiera sospechado que eras una lesbiana y ¡tan libidinosa! - comentó jocosamente Isabel luego de unos minutos. - Yo tampoco lo sabía - contesté; y reí, con una risa tan libre como hace mucho tiempo no escuchaba de mí misma.