PARAISO PARA TRES
Fecha: 27/07/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... quien primero me confié. Él también conoce mis trastornos menstruales, por los que tomo regularmente anticonceptivos, y a él le confesé, pues no me atrevía a hacerlo con nuestra madre, que había entregado mi virginidad a un “noviete” que había resultado ser un mierda despreciable. Sin embargo nunca lo había considerado como un hombre capaz de atraer mujeres. Jonás era mi hermano, mi “tete”, como decimos por aquí, y aunque tengo que reconocer que es muy guapo y atractivo, nunca me había llamado la atención en ese aspecto. Él ha tenido varias novias a las que ha dejado porque decía que les faltaba algo, que no le llenaban. Que la mujer de su vida estaba todavía por llegar. Lo que no podía imaginar ninguno de los dos era que esa mujer era yo. Recuerdo la sorprendente transformación que sufrí aquella dichosa tarde de verano. Había entrado en mi habitación para chatear con mi grupo de amigas sobre nimiedades como una adolescente inmadura. Tuve una discusión con Andrea, aunque no recuerdo exactamente por qué. Lo cierto es que me sentí humillada y salí de mi habitación dando un portazo y acudí a buscar consuelo en la persona en la que siempre lo había encontrado, en mi hermano. Intenté contarle lo que me había pasado pero los sollozos me lo impedían, así que él, paciente y cariñoso como siempre intentó consolarme con caricias y mimos. Recuerdo que en mi asumido papel de niña desconsolada, me senté en su regazo como hacia cuando en realidad lo era, buscando el alivio que no llegaba. ...
... De pronto noté que sus manos recorrían mi cuerpo como nunca antes lo habían hecho, demorándose en lugares que me producían una deliciosa excitación que empezaba a sustituir la congoja que me había llevado hasta él. A continuación empecé a tomar conciencia de que mi hermano estaba excitado sexualmente, como acreditaba la erección que empujaba mi muslo derecho. Al principio me sentí confundida. En ningún momento había concebido una situación semejante entre él y yo, pero se estaba dando. Curiosamente aquello no me produjo rechazo alguno, sino más bien orgullo. Me sentía orgullosa de provocar aquella reacción y casi de repente deseé responder a ella como mujer. Yo creo que en aquel preciso instante murió la niña tonta que había habitado en mí. Separé mi rostro de su pecho mojado de lágrimas y le miré con deseo. Como mujer plena acerqué mi boca a la suya y le besé. Una corriente de placer estremeció mi cuerpo y me impulsó a abandonarme a ella. Maniobré las piernas y me senté a horcajadas sobre su pene, increíblemente duro. A través de nuestra ropa lo sentí palpitar en mi vulva. Cabalgué mientras él me quitaba la camiseta y yo me sentí dichosa por ser capaz de encender así su deseo. Cuando acarició mis pezones con su lengua creí que me iba a desmayar, como me suele suceder tras los orgasmos, pero llegue a tiempo de recibir su boca ávida de besos y su lengua perturbadora sobre la mía. Noté cada una de las pulsaciones de su eyaculación y luego me levante mirándolo orgullosa y feliz ...