Ir por lana y volver con el culo desvirgado
Fecha: 05/08/2018,
Categorías:
Sexo en Grupo
Bisexuales
Autor: Werther el Viej, Fuente: CuentoRelatos
... detenerme tres o cuatro veces, porque me lo pedía Carlos, reflejando en la cara más molestias que dolor. Pero, al poco, lo estaba follando y el tío aguantaba. Y siguió aguantando, cuando sus piernas resbalaron de mis hombros y quedó frente a mí, con mi polla bombeando dentro de su culo y la suya, algo consistente, colgando sobre su vientre. Entonces, Helena se subió encima de él, sobre su torso, más o menos en posición de 69, y comenzó a mamarle la polla. En cuanto se acomodó, le refregó el chocho empapado por la cara hasta que el tío se puso a lamerlo. Verlos disfrutando a su manera me excitó. Aceleré la penetración y Carlos aguantó sin gimoteos. Nuevamente, volví a romperle ese culo inexperto, virgen. Gozaba intensamente cada vez que mi polla se abría camino hasta el recto. Sentía un placer agobiante (“Dios, qué gusto, qué guuustooo”) que me llevaba hacia un orgasmo delirante. Entretanto, el cipote de Carlos se había puesto muy tieso en la boca de Helena. Así que ella, aprovechando esta circunstancia, se salió del 69 y se montó sobre Carlos. Se metió en el coño la polla empalmada del tío y se puso a follarlo, mientras yo, al mismo tiempo, seguía dándole por el culo, disfrutando intensamente. El placer que sentía muy pronto se me hizo insoportable. Me quedé quieto momentáneamente, con la polla palpitando dentro del recto de Carlos. Apenas un par de segundos después, sentí como se disparaba mi sistema nervioso y por todo mi cuerpo se expandía una gozada indescriptible ...
... mientras me corría... me corría... me corría... Eyaculé en el condón, con la polla exprimida por los esfínteres anales de Carlos, que también se estaba corriendo (“¡Aaaaj...! ¡Hostia, Dios, qué bueeenoooo...!”) dentro del chocho de mi mujer. Por unos instantes, perdí la noción de las cosas, extasiado por la fastuosidad de la gozada. Prácticamente, no me di cuenta de la realidad, hasta que me vi despojándome del preservativo pringado de leche. De ese regreso del estupor, también tuvo culpa el griterío de Helena que cabalgaba furiosa sobre Carlos, con la polla del tío hundida en el coño, y masturbándose clitorianamente. Él, por su parte, liberado de mi sodomía, aturdido, estaba magreando sin muchas ganas las tetas y los pezones de mi mujer. Me tumbé en la cama panza arriba esperando de un momento a otro el grito salvaje que siempre suelta ella cuando alcanza un orgasmo importante. Carlos ponía una cara de circunstancias, intentando mantenerse con la polla dentro de Helena que practicaba un galope frenético. El espectáculo duró muy poco, porque mi mujer soltó su grito habitual y se corrió entre ligeros estertores que le hicieron descabalgar de la polla de Carlos. Este se dejó caer a mi lado en la cama. —¡Ufff...! —resolló—. Ha sido algo increíble, muy extraño. —Pero... ¿te ha gustado? —le sondeé —Bueno... sí... Pero, ¡hostia!, no soy maricón. —Ni yo tampoco... Ya te lo he dije. Se quedó pensativo unos instantes y finalmente se puso a reír. —Me siento raro... Pero sí, sí me ha gustado ...