El despertar del mal.
Fecha: 03/09/2017,
Categorías:
Fetichismo
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... evocando consigo un bufido gutural de su profunda garganta. Pues grandes eran sus dolencias, no más que su intensificada de su cólera; Y era brotar de la sangre que resbalaba de las heridas de su magullado rostro, misma que resbalaba por su cuello, humedeciendo su barba y empapaba sus largos y sucios cabellos. A pesar de aquél impacto en la mandíbula del demonio, eso no había podido apaciguar el ardor de su violencia, como tampoco de su enfado, que más que molestia, era el incremento la furia y la exasperación de su ser. Asmos, siendo consciente de la condición de su contrincante, con ímpetu rápidamente se abalanzó por segunda vez para embestirlo, con el tirar de su pierna derecha que con vehemencia reclamó. Y entonces Waler titubeó; Cayendo sobre sus caderas, y fueron sus prolongados alaridos de dolor ante el filo de sus garras que sin piedad penetraron sus tejidos dérmicos y laceraban su carne al ser con fuerza jalado hacia ella. Instintivamente se había resistido, tratando con desespero de ir en dirección contraria, pero recuperó rápidamente el aliento y dejó de oponerse, pues entendió que luchar contra la fuerza de un demonio le sería del todo inútil y muy estúpido de su parte, sino que con aquella misma fuerza que lo arrastraba le bastó de impulso para patearla de nuevo, seguido de una segunda con la pierna izquierda para alejarla y de esa forma liberarse, al tiempo que en intentaba reincorporarse; Usando su propia espada como apoyo para moverse y posteriormente ...
... reincorporarme, secundado por la zurda, buscando establecer la mayor distancia que le fuese posible de ella; Y allí se hallaba el, de agitada respiración y miembros tambaleantes. Flaqueantes eran ahora sus fuerzas, y a pesar de tan inmenso dolor, con dificultad se esforzaba por coger, pues aunque su carne había desgarrado y sus tendones heridos, sus articulaciones aún seguían intactas; Una pierna arrastraba y la otra esforzaba en el apresuro de su lastimero caminar. Y siguió cojeando unos cuantos pasos más en dirección a las afueras del callejón, y con desespero su mano puso entre sus labios, emulando un peculiar y prolongado silbido, invocando no sólo el golpeteo constante de los casquillos, cuya cercanía se incrementaba, así como las voces e injurias de aquellos confundidos aldeanos que, junto con el trotar de su marcha se hacían cada vez más presentes, entre la espesura de la niebla invernal. Emergiendo así de entre las sombras, en respuesta al llamado de su amo, como pudo este consiguió subirse al aferrarse con du diestra del cuerno, mientras que con gran esfuerzo había posicionado una pierna en el estribo de la montura. Como pudo subió. Y en sus adentros se había maldecido, al igual que a la noche y los dioses mismos por haber dejado su arco y su carcaj sujetos a las cinchas. Y de poco igual le hubiesen servido, pues la visibilidad resultaba ciertamente escasa y su letalidad disminuía ante las distancias más cortas. Observó entonces al demonio que ahora se había reincorporado, ...