En la Playa
Fecha: 07/09/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... necesitaba una respuesta afirmativa o negativa. Volví a rozarla, pero esta vez con la absoluta certeza de que era intencional. Ella sonrió casi imperceptiblemente y me miró lateralmente mientras su esposo continuaba la disertación sobre los dioses del Olimpo. Afortunadamente son muchos los dioses del Olimpo. Su sonrisa fue la firma de la complicidad. Ya sabía que todo lo que yo sentía ella también lo sentía y que los dos estabamos que explotábamos de lujuria. Yo nunca tomé la palabra, de todos modos no creo que me hubieran salido sonidos, de pronto gemidos. De vez en cuando me reía para desahogar la ansiedad. Ahora la situación era mas crítica. Sabia que ella era cómplice, pero mis manos no podían ir mas allá de donde estaban. Rocé nuevamente sus pies y ella me correspondió con los suyos. Iniciamos una apasionada caricia de pies debajo del agua mientras escuchábamos las odiseas del Olimpo. Yo comenzaba a sentirme Poseidón. Las caricias ya fueron definitivamente correspondidas y necesitaba explorar otros terrenos. Mis pies subieron por sus suaves pantorrillas. Ahí estuvieron otro rato descubriendo cada pliegue de su piel. La dibujaba con el pensamiento. Sus pies también realizaban un mapa de mis piernas. Cada centímetro ganado era un kilómetro de excitación. La madrugada todavía demoraba en llegar y había tiempo para nosotros. Mauricio sintió frío y salió a nadar un poco. Pensé que nos íbamos a decir mil cosas aprovechando que no estaba su esposo, pero nuestro lenguaje ...
... era solo corporal. Solo una sonrisa se escapó simultáneamente de nuestros labios y nuestras miradas se perdieron en los ojos del otro. Cuando hablamos, solo pronunciamos palabras tímidas intrascendentes, superfluas que no tenían nada que ver con lo que pasaba debajo del agua. Mauricio regresó, pero en ese momento el ya no existía para nosotros. Mis pies continuaron aproximándose a la superficie, buscando nuevas texturas, nuevas experiencias y sensaciones. Sus pies subían al mismo ritmo que los míos, los dos teníamos la misma iniciativa, el mismo sentimiento, la misma excitación. Llegamos a los muslos donde las caricias fueron mas profundas, en algunos momentos podría decir que bruscas. Sus fuertes piernas necesitaban caricias profundas. Empezamos con la parte exterior de los muslos, ya no necesitábamos mirarnos, ni sonreírnos, era una danza de una pareja que parecía que siempre hubiera bailado junta. El frío debía estarnos matando, pero no nos dábamos cuenta, nunca salimos mas a nadar. Nos acercamos un poco más. Mi pie comenzó a girar hacia la parte interna de sus muslos, ella se cogió el cabello y se estremeció. Para disimular dijo que tenía un poco de frío. Yo dije lo mismo, pero no nos movimos un centímetro. Mi pie subió un poco mas y entonces toqué sus delicados bellos. Ella me correspondió con tiernos masajes en el mismo sitio. Subí un poco mas y apreté su clítoris suavemente. Es la única vez que he querido tener las manos en los pies. Ella no se intimidó y me acarició ...