1. El camino con mis hermanos y hermanas


    Fecha: 09/10/2017, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    Nací hijo de una madre soltera, menor de edad, abusada por el dueño de la empresa donde trabajaba y vuelta a abusar por el cochino capataz de la fábrica. Fui criado en una casa tipo hostería con varios medio hermanos y hermanas, viviendo como nuestras madres eran obligadas a todo, para poder seguir adelante. De pequeño tuve experiencias con mis hermanos mayores y mis hermanas, las amigas de mi mamá que vivían en la casa y finalmente hasta con mi madre. El tiempo ha pasado, pero algunos hermanos seguimos en contacto y a veces nos reunimos, para recordar tiempos pasados, aunque difíciles, fueron también placenteros. Este primer relato de doce, recoge el inicio de mi vida, partiendo desde una pequeña fiesta con mi hermano y hermana, y recordando el camino que me llevó al día de hoy. Me siento raro, el sol está caliente, deben ser las diez de la mañana, o algo así. Desnudo en la cama, algo sudado y pegajoso, siento la pierna de una mujer sobre la mía, pisando mi polla, la logro sacar y que alivio. Al voltear al otro lado doy con una polla que no es la mía. Estoy en un sandwiche hombre mujer, mareado, cansado y ajeno de la realidad, caigo de nuevo dormido recordando o soñando una situación parecida hace mucho tiempo. El sueño me lleva al pasado, y recuerdo los relatos de mi madre trabajando en una fábrica de franelas para un señor árabe, Elías. El tipo era conocido como la rata o el guacamayo, por su prominente nariz. Flaco, no muy alto, como de cuarenta, siempre vestía muy bien ...
    ... con pantalones ajustados que marcaban su largo, pero más bien delgado pingajo. “El guevo de la rata no tiene cabeza”, decían las mujeres, “pero pica”. Elías era un miembro respetado de lo que llaman la clase media alta, casado, con familia, muy recto y de conducta intachable, ¡en la iglesia! Pero en su fábrica, ubicada en una zona industrial con cordón de miseria alrededor, se convertía en un pervertido a quién le gustaba preñar mujeres o más bien niñas, como mi madre. Todas las obreras de la fábrica en algún momento habían tenido un encuentro del tipo penetrante con la guacamaya y muchas de ellas quedaron como él quería, preñadas. Mi madre tuvo que ser una de ellas, yo soy igual al árabe, flaco, narizón y con una polla larga y delgada, sin cabeza y unas bolas pequeñitas que hacen que la paloma se vea aún más larga. Por si fuera poco, también me dicen que mi verga pica, pero rico, a las mujeres y hombres les gusta la sensación. Estando preñada, mi madre no tuvo más remedio que mudarse con el capataz de la rata, conocido como el cochino maldito. Antonio también era árabe, pero de los que salen en las películas de los ladrones de Bagdad, grandote, gordo desalineado, peludo como un oso de circo, hediondo a sudor, café, tabaco, cebolla y quien sabe cuántas porquerías más. Era el propio cerdo, siempre manoseando a cuanta mujer se le ponía cerca. Siempre vestía una franelilla con la inmensa barriga apoyada sobre un pantalón amplio que dejaba ver la inmensa pinga del tipo, envuelta ...
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