El camino con mis hermanos y hermanas
Fecha: 09/10/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... en un chinchorro de bolas, también inmensas. No dudaba en sacarse la pinga y rascarse con gusto en cualquier sitio dentro de la fábrica, pidiéndole ayuda a cualquier obrera, de mala manera. Para no perder el trabajo ninguna de las mujeres se negaba, las que lo habían hecho ya no estaban. Todas sabían qué hacer y si había que rascar o mamar esa verga, se hacía y más nada. Al cochino le gustaba que lo vieran mientras le chupaban el chaparro y si nadie se fijaba, le bajaba las pantaletas a la chica y le enterraba la yucota en la cuca o el culo, donde primero cayera, sin anestesia ni lubricante. ¡Ahora si lograba la atención de su público! Antonio disfrutaba que lo vieran mientras que la leche chorreaba por las piernas o las tetas de la chica escogida, siempre abundante y espumosa de tanto batirla con fuerza y sin piedad. Al rato el maldito se la sacudía y terminaba orinándose en la víctima de turno, quien además tenía que lamerle el ahora flácido trozo de carne hasta dejárselo limpiecito. De allí todas las mujeres siempre llegaban al trabajo con el culo bien lavado, nunca sabían cuando les iba a tocar y no querían comer mierda. Pronto mi madre descubrió la fantasía del cochino maldito, - tirarse a las mujeres embrazadas -, como ella. Mientras yo iba creciendo dentro de mi madre el infame se la cogía todos los días llegando a la casa. A veces también tuvo que aguantarse a los amigotes de Antonio, quienes se turnaban con las otras mujeres que vivían con ella. Era una casa cerca de ...
... la fábrica, con muchos cuartos y albergaba a unas cinco o seis mujeres con sus hijos, la mayoría de Elías, mis medio hermanos. Cuando nací, poco cambió. A mi madre se la seguían cogiendo los amigos de Antonio y a medida que yo iba creciendo me parecía algo normal, también a mis medio hermanos y hermanas, que pensaban lo mismo. Algunos ya mayores de quince años eran los dominantes y sometían a los chiquitos como yo. Quizás de todos los hijos de Elías yo era el más parecido a él, heredé su pinga tipo pitillo y muchas veces fui víctima de burlas. Cuando llegaban los amigos de Antonio, los hermanos mayores se desaparecían a la calle y los pequeños nos resguardábamos todos juntos, escondidos y viendo lo que hacían esos hombres con nuestras madres. Con la esperanza de ser tratadas mejor, los fines de semana las señoras se bañaban y perfumaban, quizás les dejarían alguna propina. También, los fines de semana eran días de desvirgue. Los padrinos llevaban muchachos adolescentes para su primera experiencia sexual. Una amiga de mi madre era considerada la especial para el trabajo y hacían cola. Inés era una vieja cuarentona que cuando se desvestía era como las chicas que salen en las revistas con las que se masturban los hermanos mayores. Tenía unas tetas grandes y redondas siempre muy paradas, decían que un proxeneta se las había mandado a hacer a la medida. No tenía barriga, pero si unas inmensas nalgas que se abrían cuando se agachaba y dejaban ver un inmenso hueco del culo, siempre ...