Sexo en blanco y negro
Fecha: 04/10/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
No tenía ni idea. Aunque parezca mentira hoy en día existen muchos lugares dónde no sabemos nada de sexo. Mi familia era algo pobre, bueno, no me engañaré era muy pobre. Una historia bastante clásica hace unos años, y que a mi me toco vivir. A los 19 años pactaron mi matrimonio, Juan, no era alto ni bajo, sus ojos oscuros a veces me daban terror, y sus labios no ebozaban demasiadas sonrisas... No sabía nada, me entregaba al lobo feroz, cuando yo tan solo era caperucita. La familia de él tenía una situación económica y social más favorecida que la mía. Juan a sus 33 años parecía haberse encaprichado de mi aspecto juvenil, casi infantil diría yo... Recuerdo el día de la boda, como si hubiera sido ayer. Me preparaba para la boda en mi casa, con todo lo que correspondía. Asustada por no saber ni que hacía. En mi cuarto, vistiéndome sola pensaba, pensaba, pensaba... Luego, cuando todo sucedió, tenía ganas de llorar a cada instante, vestida de "princesita" pululaba entre la gente que alababa el buen gusto estético de mi imagen, la suerte hallada en la vida, mientras no paraban de hablar insistentemente cerca de mi rostro. Él bebía acelerado, con sus amigos y me observaba desde el otro lado de la barra como un depredador acecha a su presa. Despreciaba ese aspecto de borracho salido que se reflejaba en sus ojos y le convertía en un perro baboso. Para entonces mis relaciones con el sexo opuesto se habían limitado a los sentimientos platónicos y la esperanza de encontrar ese príncipe ...
... que me sacara de la miseria... Pasaba los días en casa, con mi madre y mi abuela, escuchando rumores acerca de los vecinos de aquel pueblo, de sus vidas y pecados, mientras que en la mía nada ocurría. No íbamos de viaje de luna de miel, Juan tenía unos compromisos familiares que no nos permitían huir a algún lugar lejano. Esa noche, mis suegros habían habilitado una habitación en su casa donde pasaría mi primera noche de casada... Nos retiramos antes que el resto de invitados, él algo recuperado ya de las copas me llenaba de soeces palabras camino de la casa de sus padres. Andaba enloquecido por descubrirme, romper en jirones el vestido de boda y convertirme en aquello que le llevara al delirio. En el cuarto le sentí sentarse sobre la cama. Se quedo mirándome y sonrió: Vamos desnudate, deja que te vea Me intimidaron sus palabras, envueltas en un tono dulce, poco usual en él, me dejaron acobardada, y casi sin moverme... Venga zorrita, quítate todo eso joder... ¿a qué esperas? Me sentí fatal al escucharle, la palabra "zorra" en esos instantes me hizo disminuir tres o cuatro tallas. Empecé a desnudarme, recuerdo que me temblaba el pulso, la falda cayó al suelo y me quede sostenida sobre los tacones, las piernas envueltas en medias y unas bragas blancas. No deseaba verme con nada, lejos de lo que pudiera pensar, él solo añoraba ver mi cuerpo... Juan, tenía fama de mujeriego, su familia lo había enviado a Paris para que ojeara unas bodegas y viera la posibilidad de apertura fuera ...