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Un bollito relleno de leche
Fecha: 07/10/2018, Categorías: Control mental, Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Me encontraba tumbado en la cama sin apenas ganas de dormir. No hacía más que recordar a Cristina, la chica que llevaba los asuntos jurídicos de la empresa en la que trabajaba. Aunque se trataba de un negocio casi familiar en el que sólo estábamos el propietario y yo, por cierto al que sólo acudía el propietario una vez al mes a recaudar los beneficios, dado el volumen de papeles que generaba se hizo obligatorio contratar a una abogada que venía dos veces por semana. La chica, mientras acabada la carrera, me ayudaba a gestionar los documentos legales y de vez en cuando a colocar en el almacén los legajos repletos de papeles que se generaban cada mes. Tenía 19 años y estaba para darle algo más que la hora, si bien aunque cada vez que la veía me la follaba con la vista, nunca había pasado de ahí. Sabía que tenía novio, pero eso me dada igual, ya que no soy celoso. Aquella noche comencé a pensar en una fantasía que desde hacía tiempo me venía rondando la cabeza. Una mañana llegaba Cris al trabajo, y como hacía calor y no funcionaba el aire acondicionado, la muy zorrita se marchaba al baño y se quitaba el sujetador, paseándose todo el tiempo delante de mí con la tetas moviéndose al compás de su cuerpo. Alguna vez había leído algo sobre la transmisión de pensamiento y me dije para mí que no perdería nada por intentarlo. Dejé mi mente en blanco y comencé a concentrarme en una orden obsesiva que mandaría mentalmente a Cristina. -Mañana cuando llegues al trabajo, tendrás tanto calor ...
... que te irás al servicio y te quitarás el sujetador el cual dejarás dentro del cajón de tu mesa...-. Esta sencilla orden la grabé en mi mente tantas veces mientras imaginaba como la misma se transmitía por el teléfono, por dentro del cable, hasta salir por el aparato de Cristina y de ahí a su cuarto y finalmente al interior de su cabeza. No sé cuantas veces la repetí pero finalmente acabé durmiéndome. A la mañana siguiente, y debido al esfuerzo mental de la noche, no escuché el reloj despertador. Como sabía que mi jefe no iba a aparecer por allí, tampoco me preocupé mucho en correr, así que desayuné despacio y me dirigí al trabajo a media mañana. Al llegar no había nadie, pero supuse que había estado Cris al encontrar un manojo de correspondencia sobre mi mesa. Sin duda la chica habría terminado su trabajo y ya se había marchado. Me senté en mi mesa y tras leer la correspondencia me dispuse a poner al día mis asuntos. Sería ya casi la hora de salir cuando recordé la experiencia de la noche anterior. Me empalmé de pensar en la chica y dudé en abrir el cajón de Cristina a ver si allí estaba su sujetador. Me levanté, pero cuando estaba casi a punto de abrirlo me asaltó una risa floja, dije para mi –que tonto eres- y volví a sentarme. Jamás se me habría ocurrido hurgar en el cajón de la chica, pero ahora y de nuevo me asaltó el morbo y volví a levantarme. Con cuidado abrí su cajón y busqué bajo los papeles. Cuando mi mano palpó tela mi corazón pegó un vuelco que si no me llego a ...