1. Mi tío Juan


    Fecha: 12/10/2018, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... sorprendido y excitado Juan. Ese fue un día largísimo, yo sólo deseaba estar un momento a solas para descargar la excitación que me había provocado la escena del baño. Por fin llegó la noche. Empecé a masturbarme despacio, saboreándolo, hasta que oí como mis tíos follaban en la habitación de al lado. Mi mano se movió frenética, hasta que mis gemidos se mezclaron con los suyos. Y llegó el día siguiente, me levanté temprano, para no levantar sospechas, y me fui con mis padres a la playa. El resto aún tardaría. Mientras ellos daban su paseo matutino, yo decidí bañarme un rato, a ver si por fin calmaba el fuego que tenía entre las piernas, desde la mañana anterior. No surtió efecto, así que nadé hasta un banco de arena, y allí me hice una paja, mientras imaginaba que era Juan quién me la hacía, y susurraba su nombre. Mientras, llegaron los demás. Nadé hasta la orilla, y salí muy derecha (porque pensaba que se me notaría la excitación, aún reciente). Juan me miraba con un brillo divertido en sus ojos, y oí las risas de mis primas. Cosa bastante normal, puesto que la braguita del bikini se había retorcido, y dejaba mi sexo al aire. Me lo coloqué, y me tumbé al sol, muerta de vergüenza, pues pensaba que Juan se estaba riendo de mí. No imaginé la excitación que le produjo verme salir del agua, cual sirena con piernas, con mi coño abierto y húmedo, como si fuera un fruto del mar. Se metió en el agua, y tardó más de una hora en salir. Pero yo de eso no me di cuenta, porque me quedé ...
    ... dormida. Y pasó lo que pasa cuando te quedas dormida al sol, sin protección. Me quemé la espalda y las piernas. No era demasiado grave, pero dolía bastante. Así que al día siguiente no podría acompañar a mi familia en su excursión a Formentera. Me quedaría todo el día sola. Bueno, aprovecharía para leer, escuchar música, y cuidarme bien las quemaduras (no quería que me dejaran marcas). Mi madre fue la última en venir a mi cuarto a despedirse. Me extrañó que no hubiera pasado Juan, pero pensando en el día anterior, lo entendí. Cuando oí cómo se cerraba la puerta, me acordé: no le había dicho a nadie que me diese la crema para las quemaduras. Bueno, después de darme una ducha, intentaría dármela yo sola. Me di una ducha fría, que calmó mi espalda, y mis piernas, pero no lo que había entre ellas. Y me fui a mi cuarto, desnuda, para intentar darme la crema por toda la zona quemada. No iba demasiado bien, cuando oí esa voz (su voz) a mi espalda: - "¿Te ayudo?" Mi tío Juan, aparentando preocupación por mí, y pocas ganas de ir de excursión, se había vuelto a casa mientras los demás cogían el barco. - "Por favor"- respondí yo. Ya no hubo más palabras. Me tumbé boca abajo en mi cama, pasándole la crema a Juan, que se sentó a mi lado. Sus manos grandes y fresquitas (por la crema) fueron acariciando suavemente mi cuello, mis hombros, mi espalda. Mientras yo admiraba su muslo duro y velludo, tan cerca de mis labios... Las manos de Juan, ya calientes, se demoraban más de lo necesario en mis ...