1. Delirio Sagrado: La llamada.


    Fecha: 17/10/2018, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: xverzo, Fuente: RelatosEróticos

    ... ésta no fuera tal y que estuviera confundiendo las cosas. Se sintió bañado en un olor a rosas infernal, hervía por dentro, se le notaba sólo en sus ojos porque su cuerpo y su cara seguían mostrando el mismo gesto de indiferencia. Sin saberlo, Lukas tenía en sí la tecla que daba inicio a todo. Lukas quería que Amanda dijera “¿Yo, Lukitas?” una vez más para estar seguro de la insinuación. Pero no hizo falta. Estremeció su cuerpo el cuerpo de Amanda al ponerse sobre él y ahora sujetándole la cara con las dos manos le daba un beso fulminante. Era como si se estuviera muriendo a gusto. Sentía que se desvanecía el pobre Lukas y que su sangre se le iba. Se le iba, sí. A un lugar que hasta ése día sólo él sabía. Bajo la bermuda empezó a brotar el volcán de su hombría y cuando quiso agarrar a Amanda de la cintura y destrozarla como un salvaje. Ésta, más práctica, lo tomó de las manos, previniendo aquello. Sostuvo sus manos contra el espaldar del sofá, como si fuera un asalto y en un acto de sensualidad y magia, abría las piernas y al mismo tiempo su vestido subía hasta su cintura. Alcanzó a sentir con su excitación, la excitación de él y le apretó con fuerza las muñecas. Pasando la lengua por sus labios, vio cómo el cerraba los ojos con furia, pensó “pobre niñito” y empezó a moverse sobre él rozando su sexo con el suyo y experimentando por primera vez un delirio simultaneo. Ante el roce, Lukas se esforzaba para no acabar con la magia antes de tiempo y respiraba forzado y arrítmico, ...
    ... como en medio de un ataque de asma. El esfuerzo de Lukas conmovía y excitaba en la misma medida a Amanda, que hacía pausas para besarlo en el cuello de la manera más intensa, casi con violencia o desesperación y volvía a moverse sobre él. Podían sentir en ese instante lo cálido de su calentura, la humedad de la locura y el morboso olor a rosas. Entonces, Amanda, muy cerca del Sol del éxtasis, empezó a moverse sin compasión, el roce frenético bien pudo encender en llamas la tela de sus ropas de no haber sido porque sus humedades lo impedían. Y aunque Amanda se moría en ese instante por sentirlo dentro de sí, por sentir la explosión nuclear de un joven nórdico tal vez virgen, había aprendido, o mejor dicho, manejaba la tesis de que era mejor el deseo perpetuo que la entrega inmediata. Y se mordió los labios para no emitir ningún sonido que delatara su infinito placer al escuchar al joven Lukas emitir un chillido de jabalí que poco a poco se transformó en el suspiro de un náufrago mientras se estremecía duro como una roca. Ella se estremeció igual, él no lo sintió. Entonces ella se acercó a su oído y le susurró con picardía “¿Escribiste Amanda puta en tu litera, Lukitas?” en medio del éxtasis, él se delató: “¡Sí!”. Y volvió a la tierra, de una cachetada, y sintió que todo se derrumbaba, que Amanda se escapaba entre remolinos de rosas y estaba tan anonadado que no fue capaz de levantarse y dar un solo paso y vio marcharse a la Diosa de sus delirios y le dejó enterrada la duda si ...
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