1. Vicky


    Fecha: 18/11/2018, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... nos veía y se sentía incómodo, jódase, nosotros la estábamos gozando del carajo. Entonces hizo su aparición el tema del matrimonio, ella quería que me casara con ella tan pronto como terminara los trámites de mi divorcio, que nos fuéramos a su tierra, que en su patria, su papá me daría la gerencia de alguna empresa y yo podría terminar mis estudios de bachillerato, luego, estudiaría una carrera, cualquiera, la que yo quisiera, su papá entonces me daría el capital para hacer mi propia empresa, sólo que yo no quería casarme y menos aún que me diesen la vida así, en la boquita, servida en bandeja de plata. Una y otra vez le dije que no tenía en mis planes casarme, al menos por el momento, que sí, que ella me daba mucha nota y no veía por qué no podría ella ser algún día mi esposa, pero no ahora, pero que eso de estudiar por cuenta de papi y gerenciar una empresa por ser su marido, nones, eso no era para mí. Así se dio inicio a lo que llamaré el tercero y último ciclo, salvo dos días particularmente sobresalientes, aquello fue un período de dos o tres meses durante los cuales los días se sucedían más o menos de la misma forma. Antes de que salga el sol, corro velos a llevarla a su casa, la dejo y salgo de nuevo a la mía, me baño, me visto, cruzo la ciudad para llegar a mi trabajo, la jornada laboral se desarrolla muy profesionalmente, yo en mi puesto, ella en lo suyo, todo mundo sabe que al atardecer ella y yo saldremos juntos, pero ella siempre llega por su cuenta, con o sin ...
    ... carro y yo siempre llego por mi cuenta, mucho más temprano que ella. Al atardecer, salimos juntos, bien en la moto, bien en el carro, más tarde pasaremos a recoger lo que sea, vamos a pasear o a un sitio nocturno, conversamos, nos manoseamos, nos besamos, la pasamos de maravilla y ninguno recuerda que hace sólo unas pocas horas discutíamos acaloradamente acerca de casarnos y mis estudios y los negocios de papá, eso era historia, más tarde o más temprano, llegábamos a mi apartamento y nos entregábamos a satisfacer aquella pasión que nos consumía, hacíamos el amor hasta que nuestros cuerpos nos pedían tregua, de ser por ella o por mí, seguiríamos haciéndolo, nos embriagábamos de sexo y sólo queríamos más, eran estas estructuras corpóreas las que se rendían de extenuación. Dormíamos fundidos en una masa ardiente que abrasaba cualquier cosa varios metros a la redonda, el olor a sexo que salía de mi habitación podía verse desde el balcón como una neblina que circundaba el edificio, podía palparse, cortarse, era un olor con cuerpo y personalidad, un olor que crecía y se nutria día tras día, si no nos duchásemos y no cambiásemos la cama a diario, el olor hubiera aplastado al menos una parte de la ciudad. Al despertar, tras unas dulces palabras acerca de cómo nos sentíamos y lo bien que lo habíamos pasado, ¡plash! aparecía en recurrente tema del matrimonio, así que de nuevo, discusión, malos ratos, arrecheras, corre, vístete, llévame para mi casa, y así. Un día, decidí acabar con esta ...