1. Historia del chip 025 - Los nuevos pendientes - Irma 007


    Fecha: 17/10/2017, Categorías: Dominación Lesbianas Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    ... excitación segregada quedaba tan anunciada como sus erecciones. Antes de salir, Galatea le quitó los pendientes a Irma. Y, a modo de trueque sacó un pareo y unas zapatillas. Se las calzó y se ajustó el pareo. Ahora únicamente su espalda y sus piernas quedaban al descubierto. Se vislumbraba que llevaba un bikini por debajo. Irma comprendió que iba a ir con lo puesto. Prácticamente desnuda y descalza. Y una sola gota de su seca vagina sería suficiente para delatarla. Galatea cerró la puerta con la tarjeta y la codificó con su voz. La tarjeta se quedó en recepción, con los ojos de la preciosa mujer asiática que atendía incapaz de retirar la mirada de los pechos desnudos que, -por encima del mostrador-, se exhibían sin pudor aparente. Y, al darse la vuelta, las nalgas de igual manera. Estuvo a punto de informarlas de que la playa estaba bastante lejos. Sólo que cuando quiso hacerlo las dos mujeres ya estaban fuera. Esta fase podía ser la más difícil del proyecto. Y Lena debía confiar en el instinto de Galatea. Si el tanga cambiaba a verde demasiado pronto o si Irma se amilanaba deberían cambiar de planes. Irma no entendió por qué habían girado a la izquierda estando el mar a la derecha, pero se dejó llevar por Galatea, las dos cogidas de la mano. Creyó que no aguantaría. estaba muy excitada, más después de la sesión mañanera y el día anterior. Decir algo no sería más que añadir munición a usar en su contra. Entraron en una oficina de correos. No sabía dónde meterse con el ...
    ... supuesto atuendo playero. Las chicas del mostrador sonrieron al verla ataviada tan frívolamente. Galatea les dio un código y pronto por una bandeja salió un paquete y agradeció el servicio antes de coger de nuevo por la mano a Irma, que no había dejado de sonreír. Quizás la gente se fijaría así más en su cara que en el resto de su cuerpo expuesto, siendo la desesperación la que controlaba sus pensamientos. Ahora sí que fueron en dirección a la playa. Irma creyó que la suerte, por una vez, estaba de su parte. Las pocas personas que encontraron no dejaron de hacer un buen repaso al cuerpo tan bellamente presentado, pero no se entretuvieron. El tanga seguía rojo e Irma se detuvo. —No podré seguir mucho más, Galatea— confesó Irma. Era mejor decir la verdad. —Lo imaginaba. Has aguantado muchísimo. Abramos el paquete para que veas lo que hay dentro. Se trataba de unos pendientes con unas hebras metálicas cortas. Al menos dos lo eran, la tercera caía hasta cerca de los hombros. Irma las tocó. Acababan en unas esferas de distintos tamaños. La más pequeña era dorada, la siguiente era negra y la última y más grande, roja. Pero lo más preocupante era que no se ajustaban como un pendiente normal a través de un orificio. Llevaban pinzas. A Irma los lóbulos todavía le dolían del reciente piercing y quedaba por lo menos un día como mínimo para que el dolor desapareciese. ¿Y ahora le regalaba unos pendientes de pinzas? Sin contar con el peso. O el movimiento caótico de cada bola. Miró a Galatea ...
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