1. La mujer del disidente (04). El registro


    Fecha: 29/12/2018, Categorías: No Consentido Dominación Autor: Senatore33, Fuente: CuentoRelatos

    ... acobardados pero expectantes. -Permitidme por favor realizar trabajos en la prisión, como los que realizan ellos -pidió Amalia señalando a los presos-. Aplicadme eso como castigo. -Los trabajos son un privilegio, no un castigo -explicó el teniente-. Hay que ganárselos. -Quizás se puedan modificar algo esos trabajos para que se puedan considerar castigo -intercedió de nuevo el capitán-. ¿Qué le parece, teniente? ¿Podríamos dejarlo en sus manos? -No sería un castigo tan ejemplar como el del meñique, pero algo se me podría ocurrir para compensarlo -asintió el teniente, pensativo-. -Bien, pues así será -indicó el teniente-. Amalia, no opondrás resistencia y aceptarás todas y cada una de las instrucciones que los agentes de esta prisión te den, y en el momento en que incumplas una orden directa se aplicará a tu marido el castigo que ya sabes. A cambio de tu obediencia se te garantizará tu integridad. Nadie te agredirá ni física ni sexualmente. ¿Queda claro? -Sí, señor -ratificó ella. La idea de mantener su integridad física y moral la tranquilizaba, aunque no sabía hasta qué grado esos hombres iban a cumplir con su palabra-. -Bien, pues elige un dedo de tu maridito para el momento que incumplas -le apremió el capitán-. -No incumpliré, señor -se apresuró a decir ella-. -Pues en ese caso no será necesario cortar ningún dedo, pero tienes que elegir uno para si se diera la posibilidad -le pidió el capitán-. -El meñique de la mano izquierda -eligió ella, tratando de minimizar el ...
    ... posible daño-. -Así sea -acordó el capitán apuntando la elección en un papel-. En cualquier caso, tu marido no recibirá comida alguna durante dos días, es lo mínimo que puedo ordenar. Amalia asintió en apenada conformidad y se puso en pie, dispuesta a continuar con su humillación. Había pasado mucha tensión y había sudado, con lo que su vestido se le había ceñido al cuerpo. En la parte de arriba se le había pegado a los pechos, marcándolos por completo, y haciéndolos el centro de atención de todo el auditorio. Amalia humildemente dio la vuelta y se dispuso a recoger la silla que había desplazado con una patada. -Así no -le dijo el capitán-. La lanzaste con violencia, como una perra rabiosa. Arrodíllate y ve a buscarla a cuatro patas, como la perra que eres. Amalia se arrodilló y comenzó a gatear hacia la silla del fondo de la plataforma. El que se le respetara su integridad sexual parecía indicar que no iba a ser violada en la prisión, pero no parecía significar que no la fueran a humillar en extremo. Ahora todo su culo se marcaba en el vestido con sus movimientos. A cada avanzadilla que daba se podía ver el elástico de sus bragas marcándose a ese lado del vestido. La humillación a la que la iban a someter iba a estar muy sexualizada. Cuando llegó a la silla la colocó en pie y comenzó a traerla de vuelta, empujándola con sus manos y desplazándose con sus rodillas. Tras colocarla en su sitio volvió a subirse a ella, con cierta dificultad, debido a los zapatos de tacón. -Amalia, ...
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