1. Las tetas de mi hermana Sonia


    Fecha: 01/01/2019, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... el marco que hacía de Sonia sencillamente una realidad patente y expresada de muchos nocturnos gemidos masculinos. Yo era apenas un quinceañero flaco, que no había terminado de desarrollarse. Mi crecimiento en altura y grosor físico se dio recién a partir de mis 17 años, con lo cual, por entonces, apenas rozaba el 1,60. Si agregamos a eso que Sonia buscaba cualquier excusa, incluso las salidas frecuentes al cine de barrio, para usar tacos y plataformas, lo común es que por la calle me llevara casi una cabeza de diferencia. Siempre, siempre me gustaron las mujeres más altas que yo, quizás desde entonces. Triste es decirlo, pero en Jujuy no abundan las mujeres atractivas durante el verano, estación en la que emigran muchas de las familias en busca de playas doradas y aguas refrescantes. Por eso, Sonia era de las pocas oportunidades de ver y analizar con frecuencia a una mujer hecha y derecha, con todo lo que debe tener. Y digo de las pocas, porque mi prima, de 14 años, era muy, pero muy delgada, como yo aproximadamente, lo cual no la hacía una candidata a mis espionajes de aprendiz de voyeur. Si, voyeur, porque sigilosamente empecé a merodear a Sonia, para saber de sus momentos cerca de la ducha o del cuarto, para descubrir los momentos en los que se cambiaba y probar si tenía tanta suerte como para atraparla con su cuerpo desnudo. La oportunidad llego, claro. Con tanto tiempo libre era inevitable. Un día a la noche, cuando nos preparábamos para salir, quedamos cambiándonos en ...
    ... el piso superior donde dormíamos todos, solo Sonia y yo. Mientras me terminaba de poner la camisa vi por la puerta entreabierta como Sonia, desde el otro cuarto, entraba al baño solo con un gran tallón. En el acto sentí la oportunidad, y también sentí mi pito demandante pidiendo palma. Me acerque despacio a la puerta del baño, aprovechando que estaba entreabierta y, si, gracias, gracias dios, la cortina de la ducha estaba ligeramente corrida. El espacio que quedaba descubierto evidenciaba el cuerpo majestuoso de mi hermana. A riesgo de parecer exagerado diré que es una de las mujeres desnudas más hermosas que he conocido jamás. A mis quince años, además, la única que pude ver en vivo y en directo. Una cintura de avispa, vientre plano, y unas tetas como pocas veces he visto aun hoy. Enormes, firmes, como riéndose de la gravedad, un par de masas de carne que sugerían pecado y hacían soñar con dejar descansar la cabeza entre ellos para no levantarla nunca. Pezones pequeños y sonrosados, como invitando a la degustación. Cuando se dio vuelta, vi el resto. Dios mío, ese culo parecía tallado… nalgas duras, carnosas. El tamaño de ese culo juvenil es algo que difícilmente pueda borrarse de memoria alguna. Un milagro, algo que una mente quinceañera apenas podía asimilar. Algo que merecía ser agarrado, manoseado, mordido, disfrutado, pero que no podía estar ahí, lavándose impunemente, bajo la ducha, sin disfrutar de los sensuales goces de un cuerpo masculino. Y las piernas de corredora… ...
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