1. Las tetas de mi hermana Sonia


    Fecha: 01/01/2019, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... largas, infinitas, de muslos redondeados y ligeramente bronceados por el sol inclemente, como el resto de su cuerpo. Poco faltó para que, a riesgo de ser descubierto (y apaleado) me abalanzara sobre ella para tocar ese cuerpo en el que ya para entonces sabía no podría dejar de pensar. Un resto de cordura hizo que me alejara a encerrarme en mi pieza, para pajearme duramente, a dos manos, recordando ese cuerpo de diosa. Después del tercer orgasmo me calmé un poco, y bajé para recorrer la ciudad con mis primos. Parques, cines, coca-cola y panchos fueron la constante de esos días, pero yo seguía con una sola idea fija: volver a ver el cuerpo desnudo de mi hermana. A los pocos días vi que Sonia volvía de correr. Siempre lo hace por las mañanas, muy temprano, para mantener su estado, pero ese día se quedó dormida, por lo que su paseo al trote tuvo que esperar hasta el mediodía. La vi, con ese pantalón corto de tela de algodón blanco todo transpirado, pegado al cuerpo, a ese culo maravilloso, y su remera blanca, transparentando completamente su corpiño gigantesco. Eso alcanzó –y sobró– para que sintiera mi miembro crecer sin control. Solté la pelota con la que estaba jugando y con una excusa idiota me separé de mis primos, quienes no me hicieron mucho caso y siguieron jugando entre sí. Discretamente seguí a Sonia escaleras arriba, esperando en el descanso de la escalera hasta que escuché correr el agua de la ducha. El agobiante calor hizo que dejara la puerta del baño apenas ...
    ... entreabierta, lo que aproveché para terminar de abrirla y espiar dentro. Nuevamente admiré ese cuerpo diseñado para el placer visual, entregándome a las más bajas fantasías imaginables: yo apoyando mi pija erguida contra el culo de Sonia; yo capturando desde atrás esos globos de carne palpitante y amasándolos como si en ello me fuera la vida, yo… pero el grito me sacó de mis delirios, cuando abrí los ojos, ahí estaba Sonia, con los ojos abiertos como platos, los dientes apretados y con sus dos manos tratando de tapar sus tetones, sin conseguirlo, mientras me miraba como asqueada. Yo boyaba entre el terror de haber sido descubierto con los pantalones cortos bajos, el pene bien parado en la mano, y la excitación que me producía ver la lucha de mi hermana por tratar con sus pequeñas manos de cubrir esas bellas y enormes tetas enjabonadas. No atiné a mucho, corriendo a paso de pingüino, con los pantalones todavía bajos, recorrí los pocos metros que me separaban de mi pieza, encerrándome con un portazo. Me escondí ahí hasta la hora de la cena, cuando bajé después del tercer llamado de mi abuela. Avergonzado y lleno de miedo por encontrarme con una mesa llena de miradas acusadoras, me sorprendí cuando comprobé que todo parecía normal. Era evidente que Sonia no había dicho palabra, aunque en la mesa evitó mirarme todo el tiempo. Después del postre salimos a la calle para ver cómo, desde la parte elevada de un puente que queda a pocos metros de la casa de mi abuela, un grupo de chicos ...
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