1. Historia del chip 011 - Un desnudo fugaz - Kim 006


    Fecha: 02/01/2019, Categorías: Grandes Relatos, Erotismo y Amor Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    ... molestó. Mary era más inteligente que ella. Los juegos sexuales que pudiera imaginar estaban todos en internet, a un clic de la mente calenturienta de su hermana. No tenía sentido pensar otra cosa. Aprovechó el tiempo. El vestido más los tacones y los brazos atrás levantarían a un muerto de la tumba. Y a sus pechos, pues no tardaron en salirse del vestido. No había forma de humana de introducirlos de nuevo. Cada bamboleo la excitaba un poco más. Oyó la alarma de su móvil. Mary vino al instante. Antes que nada, llevó el pecho derecho a su lugar correspondiente, lo que supuso tocarlo como si le perteneciese. Hizo lo propio con el otro y dándole la vuelta buscó las cintas liberadoras y tiró con fuerza. Kim apartó los brazos con alivio. —Mira que eres mala, hermanita, pero como a Roger le va a gustar, te lo perdono. Mary puso cara de no haber roto un plato, los años de ser la hermana pequeña daban sus frutos. Cuando bajó las escaleras apenas tuvo tiempo de ajustarse el vestido, cuando se topó con su padre que no pudo evitar una exclamación, con suerte escapó a tiempo del control materno. En el ascensor se contempló con admiración por presuntuoso que fuese. Roger echó un silbido al verla. —Se nota el toque de tu hermana, amor. ¿Imagino que tendremos que ir de cena? Kim apenas asintió antes de sentarse en la moto, levantándose el vestido y descubriendo lo que había debajo. Al sentarse parte de las nalgas quedaron al descubierto. El vestido no tenía la anchura suficiente para poder ...
    ... bajar tanto. Kim suspiró, sus fases de pudor atacando. Y Roger ni siquiera lo vería. El resto del mundo, por supuesto. Apretó los pechos a su amado. Había cosas que no cambiarían nunca. Ya en el puerto, a la luz de las velas y de las pocas estrellas que la contaminación lumínica permitía apreciar, tuvieron una bella velada. Kim se sentía en el paraíso, salvo por el culo inquietantemente desnudo, -algo que el camarero ya había comprobado-, y el medallón. Comer con esas cintas era endiablado. Tenía que estar bien erguida o las puntas rozaban las tetas. Roger miraba hipnotizado el espectáculo. Levantaba la vista de cuando en cuando, Kim estaba segura de que era para mirar la boca, no lo ojos. —Es fantástico. ¿verdad? — dijo Roger después del primer plato. Kim sabía a qué se refería y asintió antes de recordar que era mejor no mover la cabeza. —No le daré el permiso del chip a nadie más, amor. Pase lo que pase— concedió Roger. Kim no lo creyó. Era la fuerza de un hombre. Su arma definitiva. El poder de otorgarle orgasmos a la mujer que deseaba. —Roger, ¿no es una declaración fuera de lugar? ¿Y más en este sitio? — replicó sin llegar a entenderle. —No digo que no vaya con nadie más. ¿Qué te parece que por diez años nos comprometamos a no desvincular el chip? —¿Ahora te has vuelto inseguro? — preguntó Kim con su sonrisa habitual y sin darse cuenta del efecto que iba a producir en su interlocutor. —Al contrario, estoy completamente seguro de ello. Es más, no necesitas comprometerte. ...
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