1. Heil mama (Cap. 6)


    Fecha: 18/02/2019, Categorías: Incesto Anal Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos

    ... goteaba por mi cara. Todo era mentira, por supuesto. Tenía que ser mentira. Ese cabrón me había reconocido y había decidido vengarse, hacer rabiar al estúpido skinhead con una mentira obscena y humillante. ¿Qué clase de cura degenerado era aquel? —Eso es... Mentira. Hijo de puta —dije, con la voz ronca. —Los sacerdotes no podemos mentir —afirmó, recuperando su tono solemne —. Y ahora dime, ¿Qué pecados quieres confesar? Descorrí la cortina y salí de allí. El corazón me iba a mil por hora y estaba un poco mareado. Me aparté del confesionario, respiré profundamente varias veces y busqué a mi madre con la mirada. Seguía sentada en el banco, hablando en susurros con una vieja vestida de negro que se había sentado a su lado. Me acerqué y le toqué el hombro. —Mamá... No me encuentro bien. ¿Podemos irnos? —le dije. Aunque todo fuese mentira, no iba a permitir que ella entrase en el confesionario. Si pensaba que su hijo estaba enfermo se olvidaría de la confesión y me acompañaría a casa. Puede que fuese una cristiana devota pero antes que nada era una madre abnegada. Me miró, preocupada, y me puso la mano en la frente. —Cariño, estás caliente —dijo ella. —¿Qué? De... de eso nada. —Sí, hijo. Tienes un poco de fiebre. Anda, vamos a casa. Se despidió de la anciana y salimos de la iglesia. Me agarró del brazo y me apretó la mano con ternura. Todo era mentira, por supuesto. Mamá nunca haría algo semejante. Aunque fuese cura, ese negrata pervertido y mentiroso me las iba a pagar. Una vez ...
    ... en casa, me puse el pijama y me tumbé en mi cama. Mi madre insistió en que me pusiera el termómetro y resultó que no tenía fiebre después de todo. La observé cuando salía de mi habitación, las magníficas nalgas moviéndose bajo su austera falda, después de preguntarme mil veces si necesitaba algo, si quería una aspirina, una infusión o un caldo. Me libré de ella diciendo que solo estaba cansado y me recuperaría en un rato. En cuanto salió me levanté y caminé por mi habitación como un león enjaulado, con el cerebro hirviendo. Sabía que todo era mentira, pero no se me iba de la cabeza la imagen de mi madre, de rodillas en la penumbra del confesionario, con la gruesa polla del padre Josué en la boca. La idea me repugnaba, me excitaba, y me enfurecía el hecho de que me excitase. En mis fantasías, debía ser mi polla la que estuviese en la boca de mamá, no la de un puto negro. El hijo de perra había conseguido vengarse. Había intuido mi punto débil y se había metido en mi cabeza con sus obscenos embustes. ¿Qué podría haber peor para un skinhead que imaginar a su santa madre chupando una polla negra? Estaba que me subía por las paredes. Fui al baño y me hice una paja. Con un supremo esfuerzo de concentración, conseguí eliminar al sacerdote de mis pensamientos y sustituir su cipote oscuro por el mío. Me imaginé vestido de cura, y a mamá arrodillada frente a mí con su ropa de ir a la iglesia, mirándome con sus ojos azules y mamando con devoción mi blanca polla. Me corrí y los goterones ...
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