1. Heil mama (Cap. 6)


    Fecha: 18/02/2019, Categorías: Incesto Anal Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos

    ... que... Nada, joder. Perdona, Fonso, se me ha ido la olla —me disculpé. Respiré hondo y volví al tema principal —. Bueno, ahora que sabemos quién es ese mamón iremos a por él, ¿no? Los tres me miraron, se miraron entre ellos y no me gustó lo que vi en sus caras. Román fue quien dijo en voz alta lo que todos pensaban. —No podemos pegarle una paliza a un cura, hombre. La poli iría a por nosotros y se nos caería el pelo. No es como pegarle a un sin papeles o a una puta. Chechu y Fonso asintieron, aceptando la decisión del líder sin rechistar. Yo solté un bufido. No podía contarles la verdadera razón de mi odio hacia ese negrata. Ni aunque me torturasen repetiría en voz alta lo que me había dicho ese cura cabrón. Mis amigos comenzaron a hablar de otra cosa, dando el tema por zanjado. Yo no estaba de humor para chácharas, así que me despedí de ellos y fui hasta una parada de autobús. Me subí al primero que pasó rumbo al centro de la ciudad. Media hora después entraba en el elegante edificio de apartamentos. Subí a la tercera planta, busqué la puerta y llamé. Yo solamente había estado allí un par de veces, cuando mi tía aún estaba casada, y fue un milagro que recordase la dirección exacta. Merche me abrió la puerta vestida solo con un conjunto de lencería blanco, sujetador, tanga, medias con encaje y zapatos de tacón también blancos. Se había recogido el pelo en una alta coleta y tenía una copa de vino en la mano. El salón estaba lleno de velas, la luz apagada y todas las cortinas ...
    ... echadas. Aquello era raro, como si lo hubiese preparado todo para una cita romántica. —Ya era hora. Pensaba que no ibas a venir —dijo. Se puso de puntillas y me besó en los labios. —¿Ah no? ¿Y para quien has preparado todo esto? ¿Esperabas un cliente? —¡Ja! Muy gracioso. Si fuese puta no podrías pagarme, Paquito. Encontré la botella de vino en una mesita, la cogí y bebí a morro, mirando de reojo a Merche. La verdad es que estaba espectacular. La lencería blanca contrastaba con su piel bronceada, que parecía madera pulida a la luz de las velas. Los pequeños pechos se movían dentro del sostén al ritmo de su respiración y el tanga acentuaba la forma de sus caderas. Pero lo mejor eran sus piernas, largas y con la proporción perfecta de músculo gracias al ejercicio, cubiertas hasta la mitad del muslo por aquellas medias que parecían las de una novia en el día de su boda, al igual que los zapatos. En un instante se me puso el rabo tan duro que tuve que acomodármelo con la mano, dejando que toda su longitud se marcase en la pernera de mi pantalón. —Al menos podrías coger una copa, guarro. Este vino es muy caro —se quejó ella. Le arrebaté su copa de la mano y me la bebí de un trago. Eructé y sus bonitos labios se torcieron en una mueca de disgusto. —¿Por qué te has puesto lencería de novia, tita? ¿Es que te quieres casar conmigo? —Ya te gustaría, capullo. —Giró sobre sí misma para que la viese bien y apoyó el culo en el respaldo de un sillón, con las piernas cruzadas, como si alguien ...
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