1. Mi secreto


    Fecha: 18/04/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... centrar mi mirada al frente, y un poco hacia abajo como si me avergonzara de mi exceso de imaginación, el tanteo extraño volvió, esta vez más atrevido. La mano ahora no sólo tanteaba, sino que acariciaba. Un sudor frío me recorrió la espalda. Las dos voces en mi cabeza seguían diciendo simultaneamente ¡SI! y ¡NO!. Volví la vista hacia el otro lado, la mano se despegó de mi cuerpo, pero no pude identificar tampoco a mi acosador. ¿Era el hombre de saco y corbata atrás mío? ¿O el estudiante a mi derecha? También podía ser el obrero a la izquierda o cualquiera de los otros rostros confusos que me rodeaban. La situación se repitió varias veces más: me tocaba, buscaba, se detenía... Cada vez que volvía a empezar era más atrevido y yo dejaba pasar más tiempo, iba ganando en mí el placer a la culpa. Primero fueron los cachetes: los acarició, los masajeo, los pellizcó. Después llegó al centro y empezó a jugar con los dedos, presionando suavemente mi ano a través de jogging, a veces me estimulaba con una caricia vertical. Al rato se cansó y empezó a bajar, acarició el lado interno de mis piernas, ejerciendo pequeñas presiones con las yemas de sus dedos. Sentía como lentamente se iba acercando a mi pene y cierta sensación de urgencia me invadió. Giré con violencia mi cabeza a uno de los lados y todo movimiento se detuvo. Quedé inmóvil. Pasaron algunos segundos, después un minuto. El contacto se reanudo. Mire rápido hacia el otro costado. Lo mismo. Segundos después volví a sentir su ...
    ... mano. Era una presencia que me rodeaba, que siempre se encontraba a mis espaldas y que jamás iba a descubrir. En cuanto pensé esto desapareció en mi cualquier vestigio de resistencia. Su mano, tímida al principio, fue ganando terreno. Finalmente logró su objetivo. Primero me acarició los huevos, suavemente, con lentitud y cierta inseguridad. Como vió que no respondía, empezó a apretarlos con delicadeza. En ese momento creo que se me escapó un pequeñisimo gemido, casi un grito silencioso de sorpresa. Pero él lo tuvo que haber escuchado e interpretado como un permiso, porque inmediatamente su mano pasó a aferrar el tronco de mi pene cuyo crecimiento se hacía ya evidente a través de mi pantalón. Cerré los ojos mientras me masturbaba en medio del colectivo lleno. Me estaba volviendo loco de placer, casi no podía pensar, y en los pocos momentos de claridad me preguntaba cómo podía ser que nadie nos viera o que nadie dijera nada. Empecé a sentir el ruido de un fuelle, un vapor que me calentaba la oreja y algo duro que presionaba sobre mi cola. Luego algo que quizás fuera una palabra, pero me sentía muy afiebrado y confudido como para reaccionar. Sentí que me tomaban de la mano y me arrastraban contra una corriente de gente. El colectivo paró y unos segundo después ya estaba afuera, respirando agitado, con la cara caliente y una erección dolorosa en mis pantalones. Falto de equilibrio por el descenso no le fue difícil arrastrarme media cuadra y después hacerme entrar, por un hueco entre ...