1. Me dicen -Lobuna-, pero soy...


    Fecha: 28/04/2019, Categorías: Zoofilia Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... elegido. Me duró un par de encamadas nomás, no soportó mi tendencia a llevar la iniciativa, ni el gran empeño puesto en lograrlo. Descartados algunos estudiantes - bochados en sexo por mí -, empecé a hacerme la croqueta soñando revolcarme con un fornido maringote. A los cultos les faltaba la polenta que yo había admirado en los hombres de mar... quise probar platos fuertes. Levanté un humanoide muy parecido a un ropero con pelo - casi del tamaño de mi progenitor - en un tugurio del puerto de Ensenada, lo cargué en la moto y me lo llevé para casa ¡Este sí que me hizo sentir mujer con todas las de la ley! Nada es perfecto: se echó un par de polvos que no duraron ni diez minutos cada uno, se chupó todo lo alcohólico que encontró y después durmió la mona con tremendos ronquidos hasta la madrugada siguiente. ¡No había caso, basta de galanes, a estudiar se ha dicho! Terminé en cuatro años, lo que fue considerado récord por mis profesores, ya que eran cinco que en la práctica y por lo común se hacían seis. Volví diplomada a los 21, de entrada le bajé la persiana al viejo. Ya le había dado lo que quería, ahora que se dejara de joder. Lo obligué a comprar torno y fresadora, e instalé mi propio taller. Seis meses más tarde enterramos a papá, la tripulación contó que en medio de una tormenta se soltó una jarcia, le dio en la nuca... y de cabeza al mar. Debieron arriesgar la vida para recuperar el cuerpo, pero el patrón lo merecía según sus austeras opiniones. Los trámites a su ...
    ... muerte, revelaron que Colin fue un hombre previsor y justo. La gran mayoría de sus posesiones estaban a mi nombre, excepto una cuenta bancaria al de Dolores, respecto de la cual encontré una carta en la caja fuerte, donde expresaba la voluntad de que ese dinero le fuera entregado a la fiel servidora. La chilena pudo así realizar un sueño: regresar a su patria con la vejez asegurada. Para consolar mi inocultable tristeza, trajo a casa una entenada suya, muchacha de mi edad aquejada por una peculiar deficiencia mental aunque dotada de exuberante físico. Recomendando que no le confiara el manejo de artefactos eléctricos, aseguró que por lo demás entendía todo lo que se le decía, había sido entrenada por ella misma en los quehaceres domésticos, y que a pesar de que solo balbuceaba, se hacía entender muy bien. Acepté a Marta con reservas, mas al poco tiempo se confirmó lo dicho por Dolores: servicial, laboriosa y, por sobre todo, no jodía para nada. Me acostumbré a volver del trabajo, encontrar todo en prolijo orden, reluciente, y siempre alguna atención gastronómica especial. Un día, entrando a casa, escuché gritos provenientes de los fondos. Salí a la disparada armada del cepillo que encontré en el camino: un vago tenía acorralada a mi muchacha, la que mostraba desgarros en la ropa. Le sacudí con todo, el tipo escapó, llevé a la aterrorizada víctima a casa, hice la denuncia de inmediato, luego a atenderla. Como no hablaba, la revisé palmo a palmo sin encontrar lesiones. Sus firmes y ...
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