1. Gárgolas


    Fecha: 27/07/2018, Categorías: BDSM Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... Cuando salí el hombre ya se había ido. Bajé y volví a caminar hacia la Alameda, desviándome en dirección al cerro Santa Lucía. Mientras subía veía a hombres escondidos entre los árboles, detrás de los basureros con el insigne logo de la municipalidad y las esculturas de piedra. En una parte más peligrosa hice también uso de las manos para continuar. Me vi sentado en el pasto con mi antiguo amor, cuando lo observaba por horas pensando en que me encontraba frente a la persona más hermosa de este planeta. Me vi besándolo con ternura, tomarle las manos y acariciarle el pelo. El sonido de cascada me hizo aterrizar. Caminé a duras penas y llegué hasta la torre más alta, donde el viento me golpeaba con violencia a la cara. Allí arriba se veía, en las escalinatas de piedra, entre los matorrales, atrás de un negocio, a hordas de hombres entregando cada parte de sus cuerpos a algún solitario compañero. Uno de ellos se acercó introduciendo al segundo su miembro erecto en mi boca. Me sumergí entre sus vellos sudorosos. Luego llegó otro, con el pene más grueso y húmedo, quien mientras me lo metía en la boca comenzó a besarse con el otro sujeto. Sentí que por detrás alguien me estaba bajando los ...
    ... pantalones, escupiendo en uno de sus dedos para introducirlo en mi ano. Después ya no tenía una de mis zapatillas porque otro hombre me estaba lamiendo los pies. Cada vez aparecían más y más penes, manos, culos y bocas por todo mi cuerpo. Pasaron los minutos y mientras cerraba los ojos escuchaba masculinos gemidos, para luego sentir chorros de semen caliente que caían sobre mí. Lo último que recuerdo es haber esbozado una sonrisa antes de sentir cómo todos mis músculos comenzaron a apretarse con violencia. Las caricias se detuvieron. Escuché unos gritos previo a que sintiera que me daban vuelta con violencia, me despojaban de toda la ropa y me separaban las piernas. Sentí una lluvia de escupos, fecas y orina caliente sobre mi cuerpo. Entre confundido y extasiado, vi mi sombra en el reflejo del suelo formado por la luna. Me hicieron palanca en una de mis extremidades hasta que cedió, me arrojaron piedras por la espalda y marcaron mi desnudez con cigarrillos encendidos. Uno de los especímenes me atravesó el ano con un palo largo y afilado, repetidas veces mientras mis gritos eran apagados entre varias manos. La sangre comenzó a descender rauda por las colinas hasta inundar las calles de la ciudad. 
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