1. De cómo me follaron seis chicos en una fiesta


    Fecha: 05/01/2019, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... bastaba con ver el estado en que me hallaba yo misma: Ahora me daba cuenta de que notaba mi sexo tremendamente irritado, pringoso y pegajoso; que tenía las ingles doloridas y que me costaba andar si no llevaba las piernas un poco separadas. También notaba la mandíbula entumecida de haber tenido la boca abierta y ocupada tanto tiempo. Cuando me miré al espejo en el baño vi mis muslos, mi vientre, mi vello púbico, mi pecho, mi cuello y mi cara llenos de restos secos de semen. Incluso en mi cabello había cuajarones apelmazados de la leche de aquellos seis que me habían poseído. Me duché, restregándome todo lo que pude, y regresé a la habitación para vestirme y marcharme de allí lo antes posible. No encontré mis bragas por ningún sitio pero no me molesté en preguntarle por ellas a Ramiro: supe de inmediato que alguno de ellos se las había quedado de recuerdo, como un trofeo. Y me sentí todavía peor. Así que me vestí sin ellas y, sin despedirme de Ramiro ni de los otros dos que dormían exhaustos, me marché a toda prisa. Cuando llegué a casa, tras explicar otra vez a mis padres el retraso como pude, me encerré de nuevo en el baño y me sumergí en la bañera durante mucho tiempo. Allí a solas, por fin, pude pensar en lo que había hecho en un momento de locura, excitación, alcohol y porros. Entonces lloré sintiéndome infinitamente avergonzada, humillada, mancillada, emputecida. Me sentía absolutamente usada y sucia por más que me enjabonara una y otra vez, por más que pasara la esponja ...
    ... por mi cuerpo dolorido y utilizado. Me había comportado como la más desatada de las putas y como tal había sido tratada. Pero probablemente lo que me hacía sentir peor era tener que admitir que yo había disfrutado como una loca con aquello, que había gozado como nunca antes lo había hecho. No podía engañarme a mí misma. Yo pude pararlo y sin embargo les di carta blanca. Incluso los alenté a hacerme todo aquello. Me acordé entonces de mis amigas, de mis compañeros, del resto de los que habían mirado desde la puerta...y a la tremenda vergüenza se añadió ahora la certidumbre de lo que estaba por venir. Y lloré más, con amargura. Porque lógicamente, después de las vacaciones navideñas, la noticia corrió como la pólvora por toda la Facultad. Yo era consciente de que la gente cuchicheaba a mis espaldas y que sonreían maliciosamente cuando creían que yo no los veía. Y como suele pasar en estos casos lo que era un hecho cierto se fue convirtiendo en un bulo que iba creciendo de tamaño: lo que había sido una sola vez con seis chicos se transformó en que yo era una ninfómana adicta a las orgías y que me había acostado en varias ocasiones con diez, veinte o un equipo de fútbol al completo. Incluso supe que algunos me habían puesto un mote: "La viciosilla". Debo reconocer que puestos a ponerme uno, aunque me humillara, no me pusieron el peor que podían haber elegido. Pero de todas formas yo sentía que me había convertido en algo sí como la "puta oficial" de la Facultad, la "chica fácil" ...
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